Hay palabras que continúan siendo imposibles de asociar: poetas y poesía, en una ciudad tan limitada en el campo literario como lo es Manta. Hay muchos, exceso de ciudadanos que se han titulado de poetas, y lo que para muchos es un síntoma de que se está creciendo en la lírica para mí no lo es, es un engaño, una farsa ridícula que no se desmiente porque ha venido gestándose desde hace muchas décadas atrás.
No hay muchos poetas, esa es la verdad, pero si hay muchos ciudadanos que erradamente sus amistades han tildado como tales, que son invitados con hartazgo a recitales, que cada vez se atreven a publicar sus cositas ingenuas y también ridículas con el afán de aportar “culturalmente” a la ciudad.
Son estos mismos ciudadanos y ciudadanas, a los que el título de poetas les queda grande, por ello mejor reconocerlos por lo que son: ingenieros, abogados, licenciados, doctores, profesores…
¿Que por qué vuelvo otra vez contra esta gallada influyente en una ciudad precisa en el crecimiento de su teatro y danza, pero decadente en su poesía? Porque el martes pasado, en un acto de masoquismo, me volví a juntar con ellos (la última vez fue en el 2005), compartí su escenario, soporté sus cursilerías, aplaudí sus rimas y reí de sus “ocurrencias”.
Desde el martes no he dejado de pensar que tal vez la poesía y yo, en una ciudad tan estrecha como esta, no deberíamos juntarnos. Que la credencial de poeta debería dejárselas. Porque la energía de hace ocho años ya no es la misma que me circula, persiste el desencanto; y el saberse abandonado entre ciudadanos que reconocen a la poesía como esa cosa deforme que ellos han construido y que se mueve, atrapando a la juventud, solo decepciona más.
Desde el martes me volví a prometer (y esta vez espero cumplir) no aceptar una invitación donde la poesía sea una broma de mal gusto, donde estos ciudadanos y ciudadanas se atrevan a decirse poetas. Es mejor continuar leyendo para una docena de amigos, que para ese público detestablemente feliz al que estos ciudadanos y ciudadanas para su bien han mal acostumbrado.
No hay muchos poetas, esa es la verdad, pero si hay muchos ciudadanos que erradamente sus amistades han tildado como tales, que son invitados con hartazgo a recitales, que cada vez se atreven a publicar sus cositas ingenuas y también ridículas con el afán de aportar “culturalmente” a la ciudad.
Son estos mismos ciudadanos y ciudadanas, a los que el título de poetas les queda grande, por ello mejor reconocerlos por lo que son: ingenieros, abogados, licenciados, doctores, profesores…
¿Que por qué vuelvo otra vez contra esta gallada influyente en una ciudad precisa en el crecimiento de su teatro y danza, pero decadente en su poesía? Porque el martes pasado, en un acto de masoquismo, me volví a juntar con ellos (la última vez fue en el 2005), compartí su escenario, soporté sus cursilerías, aplaudí sus rimas y reí de sus “ocurrencias”.
Desde el martes no he dejado de pensar que tal vez la poesía y yo, en una ciudad tan estrecha como esta, no deberíamos juntarnos. Que la credencial de poeta debería dejárselas. Porque la energía de hace ocho años ya no es la misma que me circula, persiste el desencanto; y el saberse abandonado entre ciudadanos que reconocen a la poesía como esa cosa deforme que ellos han construido y que se mueve, atrapando a la juventud, solo decepciona más.
Desde el martes me volví a prometer (y esta vez espero cumplir) no aceptar una invitación donde la poesía sea una broma de mal gusto, donde estos ciudadanos y ciudadanas se atrevan a decirse poetas. Es mejor continuar leyendo para una docena de amigos, que para ese público detestablemente feliz al que estos ciudadanos y ciudadanas para su bien han mal acostumbrado.
1 comentario:
A veces suena a sàtira su relato.En ello se me evidencia lo que aveces digo con respecto a los cachuelos terrestres incurriendo en medio de la labor poètica .Creo que la palabra poeta no està en ningùn diccionario; ningùn planeta;no en los renombres; sino en el que a travès de ella,confiere su servicio, ya sea intelectiva, o pràctica...Mejor no pensar en el bardo mercantilista...Siga escribiendo, no se jubile.Saludos
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