lunes, 12 de octubre de 2009

El cine bajo tierra

Hace dos años, cuando compré por curiosidad cuatro películas en un solo dvd, sabía a lo que me metía: sicariato, sangre, lo rural como espacio geográfico recurrente, tramas simplonas y acción cruda. Había dado con el cine chonero, el de títulos sencillos (Avaricia y Sicarios manabitas) y misteriosos (El cráneo de oro y El destructor invisible), el de diálogos comunes, actores estereotipados, y luchas cada vez más increíbles y divertidas de aceptar. Ese era el cine chonero: facilón en sus tramas, pobretón en sus efectos especiales y exagerado en sus personajes (clones de Bruce Lee, ninjas ochenteros, y la sensiblería sirviendo de alimento en abundancia).

Acepto mi prejuicio inicial (el mismo que persiste en quienes por primera vez empiezan a llegar a este cine) la lectura desde la costumbre de un cine ecuatoriano de calidad, de ayuda estatal, de facilidad para difundirse en los medios de comunicación y distribuirse en el país. Ese cine me evitó apreciar estos productos desencantados, arriesgados, originales en sus necesidades (equipos y formación en materia cinematográfica) y sobre todo famosos en el estrato popular de nuestro país.

Mi primer paso, alejado del prejuicio, lo di gracias a unas amigas que me solicitaron les ayudara con su tesis, que precisamente trataba sobre este cine. El segundo y definitivo paso lo he dado junto al libro Ecuador bajo tierra, videografías en circulación paralela (Ochoymedio, 2009) de Miguel Alvear y Christian León, un trabajo que profundiza no solo en el aparecimiento y fenómeno en ventas del cine manabita, sino del producido en otros espacios geográficos de Ecuador, ese cine empalagoso, cercano a la realidad marginal de nuestro país, que no ha tratado de esconderse sino que contrariamente ha salido del closet, para calar con éxito en una considerable población de seguidores.

León y Alvear nos ofrecen un trabajo que se desarrolla en dos vías: una académica, que busca con insistencia el refuerzo teórico, el análisis exhaustivo del crítico serio en su oficio pero no cerrado en el entendimiento de productos hechos fuera de la esfera cinematográfica nacional, desconocido por cineastas de peso, ignorado en las salas comerciales; y otra más anecdótica, que se relaciona con cada uno de los mentalizadores de este cine, con sus vidas y tragedias que los llevaron de una u otra forma a retratar los problemas de su entorno y retratarse a sí mismos en sus miserias.

Libro que, por surgir de cineastas, no se presenta como el típico estudio formal y aburrido al que muchos autores nos han torturado (y en el que al principio creí enfrentarme), sino que es dinámico, visual y atractivo en su diseño. Reforzando sus planteamientos conceptuales con fotogramas de estas películas, buscando en el testimonio de los cineastas criollos un mejor entendimiento de su arte (aunque León explore más allá de los objetivos propuestos por estos realizadores) y mostrándonos a los implicados en la red de distribución y comercialización de este cine informal que a pesar de sus deficiencias se mantiene con éxito en un mercado que lo consume con avidez.

Para quienes hemos estado al tanto de este proyecto investigativo, varios de los textos de Alvear nos serán conocidos, algunos de estos ya publicados con anterioridad en el periódico del Macc cine, no así los de León (parte medular de esta investigación) inéditos y necesarios para entender este cine que ha estado cerca a nosotros y que no hemos querido ver y valorar.

El que a esta investigación la acompañe un dvd conteniendo dos películas (Sicarios manabitas y Antun Aya) entrevistas a los realizadores, trailers y video clips, refuerza el trabajo documental y crítico que representa en su totalidad la obra. Así este libro se vuelve urgente en la comprensión de este cine que ha esperado demasiado entre las sombras; su momento de ir más allá de los puestos de películas piratas ha llegado, eso nos dan a entender sus autores, eso esperan sus implicados y eso ansiamos como espectadores.


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