martes, 18 de febrero de 2025

La misma violencia en otro escenario


 

Matar a Jesús (2017, Laura Mora) podría ser otra película más abordando el tema del sicariato en Colombia, un nuevo retrato de la violencia urbana latinoamericana, de la marginalidad en todo su esplendor, del lenguaje y la cultura como recursos para establecer diferencias entre los estratos sociales de los habitantes.

 Sin embargo, la historia refuerza un tema: los sicarios son carne de cañón, simples instrumentos (reemplazables a cada momento) de un poder invisible y dar con culpables es una misión imposible; nadie responde, nadie reconoce de dónde vino la orden de eliminación.

 Matar a Jesús bien se pudo filmar y desarrollar en Ecuador (tal vez en Manabí, quizás en Manta y sus cantones aledaños), porque el modo de operación de los sicarios es similar: el recurso de las motocicletas como vehículos livianos para el escape -o toda la simbología de poder de dominación de una bestia mecánica-; por los barrios periféricos y su paisaje descolorido; por esas dos realidades que habitan en una misma ciudad.

La frustración de la protagonista, y su contemplar, desde el margen, de la ciudad que engulle y desaparece cuerpos a cada momento, es la parte más simbólica del film. Ahí, en esa escena, se comprime la imposibilidad de combatir a ese monstruo invencible que es la violencia.


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