I
A mí el amor me suena desde la disolución, desde la pérdida, desde el
abandono radical, doloroso y abrupto, desde toda una masa pegajosa que segundos
antes tuvo forma agradable. Así me suena, desde un reproductor de música
enfurecido.
Pero no es así, la realidad, mi situación, las horas que paso junto a
otro cuerpo, ese cuerpo con nombre y múltiples versiones de felicidad. En la
verdad, que puede también ser mi mentira cómoda, soy un objeto de abrazos y
besos, un objeto que ha pasado la raya de lo imposible y se ha estancado en una
línea donde la soledad ronda y no puede alcanzarla.
El amor en estéreo, el amor desde una balada que electrifica, que se
mete por los millones de poros y va asomándome como versión única, para este
momento irrepetible.
II
Cuando decida dejarme cogeré la Primer que no uso, regresaré al pasado de
arpegios desesperados, volcaré todos mis textos a letras abrumadoras, a letras
que el espacio romántico detestará, letras que darán cuenta de la historia de
un hombre y una mujer que han decidido suicidarse en medio de una discoteca,
porque su amor y hasta su no amor debía ser reconocido y un espectáculo morboso.
La Primer de la que no he podido tocar más allá de los mismos temas que
fui creando en pesadillas palpables, canciones sin nombres, canciones del
desastre, canciones que chillan en mi garganta y revientan en paredes
manchadas.
III
El
amor no ha sido amor siempre. El amor me huele a caca de gato acumulada. El
amor se volvió algo baboso debajo de las sábanas. El amor ríe mientras me dice
adiós, que ya no va más, que eso fue todo. El amor piensa en sacar las cuerdas
de mi Primer y estrangularme. Y lo espero, cada cercanía mortal, cada enredo de
esa ausencia desbordada.
IV
Soy
Paul Stanley y en el escenario no
hago más que tomar mi Primer y cantarle I
still love you. Le digo que no se vaya, que el pasado y presente ha sido
hermoso, con sus altas y bajas, con sus cosquillas y caras serias, con aquella
irreconocible manera de decirnos amor. Stanley en mí, Stanley con sus agudos,
Stanley con sus muecas y su cabello despeinado, Stanley diciéndole que aún la
amo, que todo mi mundo ha sido ella (aunque esto signifique salirme de la
canción y entrometerme con Sangre Azul). Stanley cambiando el futuro.
V
Siempre buscando el amor total en mí, uno que como aura me irradiara,
que además de decirle a ella le comunicara al resto que un ejemplo de amor era
yo. Uno que no compraba chocolates, que evitaba serenatas, que se negaba a
escribir cartas, que jamás vestía de rojo, que no dibujaba corazones sobre la
arena, que no se tomaba fotos para expresar sus sentimientos. Sí, un ejemplo de
amor negándose al amor tradicional, porque mientras otros cargaban con
peluches, tarjetas, flores y quizás aún con el dolor del tatuaje en el brazo
anunciando la pertenencia de alguien, este amor, uno negado al amor meloso iba
rayando paredes a su paso, escribiendo de la vida, de aquella real, conflictiva
y querible. Del amor, materia explosiva de la que uno, masoquistamente, se
pierde por partes.
VI
A mí el amor me suena a todo volumen, retumbando, sacándome sangre de
los oídos, diciéndome en frases subliminales que siga en su cautiverio. Así me
suena, desde un reproductor de música enfurecido. Y de a poco me voy volviendo
una masa pegajosa que segundos antes tuvo forma agradable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario