Palabra viva, entrevistas desde un Quirófano (Abya Yala, 2012) de Augusto Rodríguez, puede pasar como uno más de los libros de entrevistas que ocasionalmente se publican en el país. Lo que desde mi apreciación no lo es, porque posee su valor, uno particular y necesario de consumir (sí, esa es la palabra) de apropiar, de sopesar y reconocer su importancia en los tumultuosos días literarios que padece el país: con legiones de escritores que aparecen y desaparecen, que vociferan y luego callan; todo dentro de un panorama lleno de espectáculo, donde el ser “ESCRITOR” (así con mayúsculas, sobre todo si está escrito en la credencial que se usa con demasiada solemnidad) se reconoce ya no desde la literatura, sino en el show, en la apariencia, en la figuración y reconocimiento de cofrades. Realidad repugnante, pero cierta.
Así en este contexto (no nuevo, pero siempre renovado) estas entrevistas, previamente publicadas en la revista El Quirófano y en distintos medios digitales de literatura, se han juntado para integrar un solo y compacto cuerpo con mucho que decir, con varias y distintas perspectivas en torno a la literatura, la edición y hasta de aquel tema difícil de aislar: la pose, la careta en la que sobreviven muchos autores.
Si bien hay una reiteración de preguntas a todos los entrevistados, como si se hubiese tratado de un cuestionario general con breves variaciones, permanece una esencia argumental desde la experiencia de los entrevistados. Por algo la maestra en este género periodístico, Oriana Fallaci, afirmaba que: “Si una persona tiene talento, se le puede preguntar la cosa más trivial del mundo: siempre responderá de modo brillante y profundo. Si una persona es mediocre, se le puede plantear la pregunta más inteligente del mundo: responderá siempre de manera mediocre”. En este libro abundan los diálogos brillantes, aunque también reducidísimas entrevistas excesivas, aburridas y sin propósito justificado de abultar páginas y decir poco.
Finalmente se comparte algunos argumentos y recomendaciones, de las múltiples voces (narradores, poetas y editores) que contiene este libro. Buen provecho:
Jorge Enrique Adoum:
“(…) la poesía es también estudio y trabajo, esfuerzo y sacrificio, para que hagan cada vez lo que están haciendo ahora”.
Rafael Courtoisie:
“Creo que la prosa poética brinda muchas posibilidades de exploración semántica, sin por eso dejar de lado el ritmo, la masa sonora del texto”.
“La narrativa, tanto en cuento como en novela, permite una expansión y la posibilidad de crear un espectáculo literario y que a veces también esconde una cuota reflexiva…”
Sonia Manzano:
“El lenguaje poético es un instrumento que demanda pericia, humildad y esfuerzos agónicos para alcanzar como fin el de trascender un nivel poético para arribar a otro significativamente más profundo”.
Javier Vásconez:
“Un escritor pertenece a una lengua, no a un país”.
“Aquí, en Ecuador, nos tomamos demasiado en serio las genialidades inventadas por nuestros amigos en las noches de tragos”.
Ramiro Oviedo:
“(…) algunos poetas se comportan con la poesía como si fuera una marca”.
“Las perversiones del marketing han contaminado la poesía y en la blogósfera podemos hallar muchos ejemplos”.
Juan Secaira:
“La poesía exige cosas que la velocidad y fatuidad de la sociedad rechaza; una lectura atenta, una comunión, un deseo frenético y a la vez mesurado, un desafío lúdico y vital; el subvertir lo establecido con honestidad”.
Fernando Itúrburu:
“Hay que leer a todos y todas, de todas las regiones y de todos los medios en que aparecen. (…) Mientras más intercambio haya entre los poetas jóvenes menos tiempo perderán en cosas sin importancia”.
Miguel Antonio Chávez:
“Es la calidad literaria y no las fronteras geográficas lo que a la larga importará”.
Jorge Herralde:
“El auténtico escritor no necesita consejos: tiene que escribir, resistir, perseverar frente a todo”.
Xavier Oquendo:
“Toda antología es un aporte. (…) Lo que pasa es que hay muchas antologías en donde la parcialidad prima y entonces eso se convierte en una ‘amigología’ que también es válido pero no es antología”.
Julio Espinoza Guerra:
“No valen mucho las obras de los poetas camaleones, las obras de esos que quieren estar bien con todo el mundo”.
Luis Alberto Bravo:
“Que un editor no responda o no emita su criterio de evaluación o punto de vista acerca de una obra, pone en evidencia su incapacidad de profesión, pone en perfil su inoperancia y finalmente muere”.
Harold Alva:
“Soy un hombre que cree en el compromiso social, no concibo a un escritor que no se involucra con su contexto, la poesía es compromiso, no creo en aquellos que expresan que el suyo es un compromiso con el lenguaje (…)”.
Gonzalo Rojas:
“(…) los premios son tonterías, no sirven para nada. No significan ni deben significar nada (…)”.
Ana Isabel Conejo:
“Conozco a poetas que confiesan escribir pensando en los jurados habituales de ciertos premios, pero yo a eso no le veo ningún interés. Uno debe seguir su propio proceso literario y no dejarse condicionar por ese tipo de planteamientos”.
“Sin valor no se puede escribir buena poesía”.
Mauricio Medo:
“(…) la poesía se escribe desde la ausencia de un centro”.
“El único proyecto constante es la escritura”.
Gabriela Cantú Westendarp:
“(…) el contenido de un poema, incluyendo el erotismo, ha de presentarse de manera natural o no sirve”.
“La poesía requiere reposo”.
Diego Ramírez Gajardo:
“(…) hay gente que escribe y que no tiene qué decir, hay tantos chicos escribiendo para que la mamá se sienta orgullosa, o para enamorar novias, es un acto prefabricado, hay mucha poesía decorativa”.
Esther García:
“(…) el poema es una bala que perfora el nervio, la médula o la cabeza de quien lo escuche y ahí se quedará. Será un hoyo oscuro que nada podrá tapar”.
Jorge Bocanera:
“Creo que la buena poesía siempre es actual”.
Leopoldo María Panero:
“Mi poesía crucifica a la vida. Mi poesía les enseña lo mal que está la vida”.
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