lunes, 10 de octubre de 2011

El rito de los recuerdos


Mi padre en las rieles de Sumpa (2011, Drugos de la naranja) de Freddy Ayala Plazarte, es el mejor legado de lo que un poeta, desde su madurez, puede aportar a la literatura ecuatoriana. Esta obra nos demuestra, una vez más, la rigurosidad de Ayala, por testimoniar(se) dentro de una historia ritualista, donde la muerte y los recuerdos son la constante dentro de aquel centro incólume que es su discurso poético.

Los amantes de Sumpa (esqueletos y mito), son la mejor excusa, para poetizar y a la vez narrarnos la historia esencial en torno a la paternidad como ausencia; una ausencia que enajenada dentro del imaginario del poeta, busca redimirse a través del tiempo; una ausencia proclive a la inmortalidad desde los versos; una ausencia que es réplica constante, que es analogía y evidencia arqueológica; una ausencia cuyo objetivo es perdurar más allá de un fósil. Así lo evidencia el poeta cuando dice:

Alguna vez me había invitado a guardar silencio
cuando su frente se mantuviera boca arriba

(p. 25)

A mi padre ya nadie interrumpía el sueño
solo yo era quien despilfarraba su nombre
en el labio de un hacha
solo yo pretendía
desempolvar la arcilla de un maniquí
y aferrarme a su resbaloso plástico
(p. 29)

Una fantasmagoría reiterativa domina esta poesía, el pasado retumbando en cada verso, siendo ese lamento indisoluble que pugna continuar aferrado a los espacios y a la materia.

y mientras mi abuelo sujetaba la efigie de mi padre
la sombra boreal de su vetusta mano
…se desvanecía

(p. 38)

Un padre estuvo ahí, en ese espacio ahora vacío, y el poeta tributando esta pérdida aprovecha con desesperación, ya que nada es duradero (carne y emotividad):

antes que caigan mis edades en el tiesto
anda a recoger con la pala una pisada

(p. 44)

Y la muerte se nos vuelve grito, gotero desde las sombras, escena regresando en lo interminable:

a veces el aire de mi difunto
da vueltas como una bisagra
en mi paladar
un caballo desaparece de las rieles de Sumpa

(p. 48)

El rito de la muerte se sobredimensiona y la analogía entre las calaveras (amantes) y la calavera emotiva y familiar lidian en la historia del poeta con un símbolo: un zapato, materia-recuerdo-recordatorio de que alguien estuvo ahí, que ese mismo alguien justificó la existencia y quizás lo continúa haciendo desde su silencio:

Yo busco las canas de mi padre
en la cerámica del estiércol
tardan las hormigas en marcharse del zapato

(p. 51)

Impreso en el zapato el círculo de la Nada.
(p. 53)

Y es esta nada la que nos devuelve a una realidad con más ausencias, con la pertenencia a cuesta. El poeta ha cumplido su rito, lo ha desgastado, lo ha llevado al límite total. Y este poemario, cada verso y su historia, son los hallazgos.

Mi padre en las rieles de Sumpa, no es únicamente el nuevo trabajo de Ayala Plazarte, también es el arribo a un compromiso personal, alejado de cualquier coyuntura literaria. Que su poesía continúe latiendo.

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