Mercy, el Cholo, el Abogado, el Iguanero, son personajes acartonados; el retrato de sus vidas son las que pululan en las telenovelas, y mini series quisquillosas y apabullantes, pero más allá de esto la historia que presenta La otra ciudad (El ángel editor, 2009) de Lenin Lara Rivadeneira (Esmeraldas, 1979), es conocida en nuestro país, donde la corrupción, prepotencia de la policía y el silenciamiento de contrarios es una norma oscura a la que se sobrevive y es mejor adaptarse o simplemente huir.
Mercy desde el inicio es un personaje condenado, porque además de ser un travesti (habitando aquella ciudad prejuiciosa, violenta, accidentada desde sus habitantes) tiene principios y ética, lo que podría leerse como un vicho raro sobreviviendo y caminando sobre una cuerda floja. Su búsqueda no es carnal, si no idealizada, lo que en nuestro contexto resulta un peligro latente.
El Cholo además de ser la representatividad común, el arribista, enamoradizo, soñador con un futuro material, es quien resulta el personaje mejor logrado de la trama: negándose a sí mismo su anhelo material para centrarse en su anhelo emocional, donde el amor termina salvándolo de una “desaparición” segura junto a Mercy.
El Abogado, quien al inicio se nos presenta como un preocupado por la causa social, los ideales, la justicia y la verdad, la presión, las circunstancias y hasta una avaricia oculta termina demostrando lo contrario. Y aunque el personaje termine aceptando su error, su arrepentimiento es apenas una pequeña brisa fuera de aquella “otra ciudad” que él mismo se prestó en darle forma.
La otra ciudad no es una novela revelación, su estructura, economía de lenguaje, y personajes pudieron ser mejor delineados, pero su valor está en ser un recordatorio de la falsedad, hipocresía, injusticia y formas de callarnos, a las que acuden quienes ostentan alguna clase de poder. En nuestro país esta prepotencia está demás ejemplificada en cientos de casos oficiales y aislados.
La otra ciudad puede tener un fin dentro de la trama de Lara Rivadeneira, pero sabemos que la historia continúa, porque esa otra ciudad la encontramos desde los arrabales urbanomarginales hasta las metrópolis construidas desde una argucia desleal y de fondo sanguinolento.
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