miércoles, 13 de mayo de 2009

Jorge Luis Cáceres, narrador de lo macabro





Las distancias continúan siendo muchos puntos en contra para conocer a los nuevos escritores ecuatorianos. Jorge Luis Cáceres (Quito, 1982) hasta hace poco me era un desconocido, ni que hablar de su obra narrativa que no existía para mí. Ha sido gracias a una fugaz visita en la capital y el intermedio de otro escritor que he podido crear el nexo.

Desde las sombras (El Conejo, 2007) la primera obra de este autor, es un compendio de siete cuentos enmarcados -como su título lo sugiere- en historias marginales, en, desde y para las sombras, que nos acercan a morbosas, sangrientas y desesperanzadoras tramas. Cáceres escarba en la problemática del lumpen, revela verdades ya reveladas, usa argumentos ya usados, su objetivo: enfatizar mediante la literatura en el mal que nos rodea y asfixia.

No todos los cuentos son piezas, que desde una lectura personal, puedan destacar, pero Mis quince, El viaje y El retador son los cuentos que salvan la obra, en ellos se da la espalda al libro mismo, se logra ir más allá de lo que el autor se ha propuesto en el cuerpo narrativo.

“Mi vida fue marcada por los golpes desde muy niño, mi padre fue mi primer rival, aunque en aquel entonces era como pelear contra un gigante”, nos dice uno de los personajes de El Retador, tan a lo Bukowski en Hijo de Satanás, tan envuelto en sí mismo, en ese ahora que reclama su paso lejos del lodo en el que se encuentra.

Muy ligado a esta línea temática se encuentra su segunda obra La flor del frío (El Conejo, 2009) que en sus diez cuentos -con tres de ellos publicados anteriormente en su obra antecesora: La herradura del Diablo, Mis quince y El rey de bastos- se presenta como un libro mejor elaborado, con personajes más cercanos a nuestra realidad y a nosotros, sin tantos estereotipos volviéndolos comunes.

Quito es el escenario, la ciudad que regurgita historias ligadas a la crónica roja, con personajes sombríos desenvolviéndose macabramente en sus papeles, con la muerte de sombra acompañando callejones, barrios y casas lujosas. Esos son los ambientes que Cáceres ha elegido para retratarnos la demencia que convive alrededor de nosotros, para restregarnos las historias aisladas de todos los días y a las que preferimos ignorar hasta que aparecen en la prensa o dentro de una pantalla.

El cuento que da título al libro es uno de los más apabullantes, allí se comprime el horror sintetizado de toda la obra, allí sus personajes obsesionados con la grabación de películas de peleas y asesinatos de indigentes, son la excusa necesaria para dejarnos asolar por el ideal de violencia que vive en el libro. Porque “¡Quién dijo que era difícil filmar asesinatos reales!”.

La flor del frío no es sólo un libro más que trata de asesinos, fracasados y sometidos; es el libro que rechaza el amor, que le huye por infame. El que acepta la alegría materializada en los cadáveres que son parte del equilibrio de la justicia, sangrienta pero justa, desde cada uno de los personajes.

1 comentario:

Jorge Luis Cáceres dijo...

Hola Alexis, muchas gracias por la critica, un abrazo a la distancia, desde la capital, felicidades.