sábado, 20 de mayo de 2023

Anhelar el cuerpo del otro

Imagen de Mariana Ayumi.


El territorio de la poesía erótica no es fácil, porque demanda que la voz poética no se quede en la superficie de la descripción del acto sexual o amoroso. Porque más allá de las acciones emprendidas, donde se elogia cada una de las emociones del instante, existen elementos claves para hacer del poema una construcción precisa.

Tal vez por eso la poesía erótica no ha logrado cultivarse en todos los autores que asumen ser representantes de ella. Tarea compleja, sobre todo, cuando la voz poética no interioriza desde el poema el tema asumido.

Y es que el cuerpo, desde la construcción del poema erótico, no solo se vuelve la materia prima con la que se trabaja, porque sus elementos superficiales: sudor, expresiones, fluidos, palabras, sonidos, entre otros, si bien ofrecen múltiples posibilidades para que el poema perdure, ocultan, para muchos autores, un elemento que escapa: lo emotivo; la experiencia desde la vivencia y con ello todo un escenario aprovechable. 



 

Es también cierto que mucha de la experiencia erótica que sobrevive en la poesía deviene de una construcción donde se enaltece el momento de la experiencia corporal y sus acciones. Y, desde aquí, por la experticia del escritor existen poemas sobresalientes. Pero no todo es corporal; no toda poesía erótica tiene una única fórmula.

En este escenario Rojo de José Masache es una veneración a la mujer que da cuenta que el erotismo descrito va más allá de lo instantáneo, porque se insiste en el discurso de la perdurabilidad. Y es que esta contemplación dual no solo queda en la obviedad erótica, conviven también un anhelo amatorio de continuidad, porque el proyecto del amor no decae en el instante, intenta mantenerse más allá del acto corporal.    

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