A Gustavo Cañizares
(Esmeraldas, 1950 / Manta, 2018)
El año pasado, semanas antes de este día, avanzábamos
a contra reloj. Leyendo, corrigiendo y soñando con lo que sería el nuevo
testimonio de un poeta. Un conjunto de textos donde su autor le hacía frente a
la enfermedad, a ese designio impostergable que le había dado duro en los últimos
meses.
“Los poetas de las bolsas tristes” lo había titulado,
con ese tono jocoso y de doble sentido característico de él. Un trabajo del que
ya había adelantado lecturas en la Feria del autor independiente (julio 2018).
Semanas antes de este día, el libro ya estaba listo. Quizás
no sería un libro que marcaría un antes y después en la poesía ecuatoriana,
pero sí sería el testimonio de un poeta que había contemplado la vida en los últimos
años desde una perspectiva más reposada, con el mismo impulso poético, pero
madura.
Gustavo leyendo en la Feria del autor independiente, 2018. |
La dedicatoria era una pasada a su estilo: “A la
huesuda rechiflada que ya me está persiguiendo la pisada”. Y el conjunto de
poemas no perdía su estilo, ese con el que había resaltado dentro del escenario
manabita.
La
mala costumbre
de
escribir poesía
en
un bicho–jodienda
que
a todos
nos
picó alguna vez;
solo
que algunos
se
nos volvió un parásito de vida.
(La mala
costumbre, fragmentos)
Los
poetas de las bolsas tristes
-renegados
del espíritu
con
la muerte en los talones-
escriben
sobre escrotos de miseria
la
abundancia del esperma
triunfador
de los poetas
perdedor
de los profetas.
Los
poetas de las bolsas tristes
solo
viven
de
selectos lectores,
escasos
compradores,
y
dádivas de aplausos.
(Los
poetas de las bolsas tristes, fragmentos)
Poemas donde la muerte acecha, donde se clama por un “tiempo
extra”, para finalizar los proyectos empezados: el legado en textos, la obra
como riqueza. Estos textos tampoco se libran del humor corrosivo que lo
caracterizó.
Amigo
Nazareno: ¿Por qué será
que
cuando estamos enfermos, jodidos
a
punto de morir
se
nos despierta un amor profundo
apasionado
por la vida
y
sus azúcares a cuentagotas de felicidad?
A
estas horas del partido
es
la conclusión a la que he llegado
porque
es tan sabrosa, hermosa,
esta
puta vida
que
vale la pena mi panita, Nazareno,
disfrutarla
unos añitos más.
(Esquela
al nazareno de un cristiano en lucha contra el cáncer, fragmentos)
Por
andar siempre jugando
a
las escondidas con la muerte
hoy
me notificaron
que
solo me quedan
seis
meses de vida.
Por
eso,
ya
mi alma está morijuyunga
boqueando,
exhalando,
sus
últimos exabruptos
y
refunfuños poéticos.
Pues
bien,
aquí
está mi caterva de propósitos
y
descabellados antojos
que
cumpliré al pie de la letra
antes
de estirar mi patica andariega:
Desternillarme
de la risa
con
los poemitas que escriben
los
seguidores cursiflorillantos
de
la quejosa Dolores de Vacagalindo.
Meareme
de las iras
por
los cuentitos fruslerías
de
los viejitos chalaqueros
solo
leídos entre gallos y medianoche
y
premiados –cuesta abajo–
en
los arenales de Pascuales.
(Seis
meses de vida, fragmentos)
Semanas antes de este día, estuve en su casa, dialogué
con él. Cuando partí no supe que sería la última vez que lo vería. Hoy las
redes sociales me recuerdan un año de su ausencia. Un año que ha servido para
releerlo, para disfrutar de su humor, ese que continúa latiendo en sus poemas.
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