domingo, 5 de marzo de 2017

La ciudad en su farsa laberíntica



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En el año 2226 no existe más civilización que un pequeño reducto llamado Ciudad de vírgenes, una especie de monasterio donde sus habitantes tienen funciones específicas, donde la realidad es todo cuanto le aseguran los ancianos del lugar (los líderes) donde la monotonía es parte del rito cotidiano y la alimentación se la gana con el desarrollo y cumplimiento de las acciones encomendadas.
Este futuro distópico es el que narra Deneb, una joven observadora (en su presente cada individuo tiene funciones y una clasificación) que además de velar por ella debe hacerlo por su hermano y una amiga.
Pero Deneb no es especial, es solo un clon más de los que habitan Ciudad de vírgenes. Una ciudad que con los días empieza a delatarle secretos perturbadores. Así los cuestionamientos, respecto a la importancia de su rol como clon, empiezan a surgirle una cadena de interrogantes que finaliza fuera de la ciudad, donde la verdad resulta increíble.

2
Al igual que en Fahrenheit 451 a los personajes de esta ciudad no les es permitido leer literatura, “se decía que podría deformar su concepción del mundo y llevarla a tomar decisiones pasionales antes que racionales.” (p. 31)
Mas, las decisiones de Deneb no las determinan los libros, sino la verdad respecto a su condición de clon, y de la mentira que ha vivido y descubre: “Los que sobrevivimos habitamos en las ruinas de las antiguas ciudades, devorándonos los unos a los otros, de la inmundicia y de lo que hallamos, como cucarachas. Muchos mutaron horriblemente debido a la radiación de la gran grieta.” (p. 71)
Los secretos fuera y dentro de Ciudad de vírgenes son alarmantes para ella: “Siempre había pensado que la carne era cultivada en laboratorios inmaculados en algún lugar de los campos productores. No sabía que salía del cuerpo amorfo y enorme de una mutante en el fondo de un sótano en ruinas”. (p. 91)
“Hoy desperté siendo yo misma”, escribe Deneb en su diario, para recordarse eventos, ante las lagunas mentales que va teniendo más seguido. Palabras que le ayudan a estar cuerda entre tanto asombro, en aquella realidad donde se es alguien reemplazable y reutilizado (porque nada se desecha todo se aprovecha, sentencia un personaje).
Y es que “La tecnología del siglo XXI fue el pináculo de la civilización humana. Después todo empezó a decaer, la naturaleza empezó a cobrar el precio justo…” (p. 113) le comenta su amigo Chaca, un mutante (mitad humano y felino) que le enseña los oscuros secretos de su ciudad.
Una ciudad, habitantes e historia que no son lo que aparenta. Toda una farsa laberíntica en un cierre abierto que desconcierta.
   
3
Paulina Soto (Loja, 1973), con esta novela, no solo plantea una obra desde el psicoanálisis, sino que desde un retorcido desdoble de personajes presenta una trama alucinada, oscura y sangrienta, con varios elementos que otorgan a Ciudad de vírgenes (CCE, Núcleo Loja, 2016) toda una cosmovisión que perturba.
Una obra distópica, en la mejor escuela de los grandes de la ciencia ficción. De ritmo ágil e historia envolvente. Un trabajo que debería ser parte de los clubes de lectura de los colegios del país.  

Sin embargo, más allá de ser una novela interesante, tanto por su trama y personajes alucinados, el trabajo de edición le ha jugado en contra, desde una portada que no logra conectar con la historia, hasta elementos más básicos en la composición general. 

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