¿La
literatura es tomada en serio? ¿Es necesario cada nuevo título publicado? ¿Se
venden, leen y comentan las novedades literarias? ¿Cuántos autores crean a
partir de tendencias impuestas por el mercado editorial?
Monk
(desde el estereotipo del docente-escritor que se toma su trabajo literario en
serio, tanto que sus libros se venden poco o no se venden, y quienes logran leerlo
rara vez lo entienden) no quiere caer en la trampa que muchos de sus colegas se
encuentran: sumando títulos a un mercado que se mueve por las modas, por los
temas que los sellos editoriales y los medios de comunicación han empoderado. Pero
cae.
De
eso va American Fiction (2023, Cord Jefferson) de acentuar la decadencia
de un escritor tras venderse al mercado editorial, de aceptar a regañadientes
que no se necesita de escritores genios concibiendo obras trascendentes, solo
el interés de editores de grandes sellos y su “magia”.
La
película toma distancia de la novela, y quizás es lo que buscaba Percival Everett
desde Erasure, al pretender ser una broma ante el mundillo literario,
ante la mercantilización de temas de coyunturas. Una broma edulcorada pensada
para la diversión de las masas. Una excusa más para resaltar que la industria
editorial (y todos los actores alrededor) piensa en la literatura como perros
calientes o hamburguesas: un producto sencillo, barato y masivo que sirva para
hacer dinero.



