martes, 20 de agosto de 2024

La calle es un escenario de pérdida


 

¿Qué encanto tienen los perdedores que sus historias cargadas de fracasos y caos siempre atrapan al lector? ¿Será que el lector encuentra en esta clase de historias una proyección de su pasado o presente? ¿El perdedor es el verdadero antihéroe de toda tragedia?

Mooch (2011, Sajalín) de Dan Fante (imposible no mencionar: hijo de John Fante) es una historia en la mejor escuela del realismo sucio: la calle como escenario de pérdida y sobrevivencia, de escape a la realidad; drogas, alcohol, sexo y una reivindicación que parece imposible en sus personajes.

Esta novela, al puro estilo Buwoskiano, que es decir al puro estilo Fante (padre), cuenta la historia de un alcohólico que ha tocado fondo, que ha vuelto a levantarse y recaer, que asiste a reuniones de NA, que tiene un padrino que vela para que no vuelva a tropezar. Un tipo que anhela se convirtió en escritora (tal vez no como su padre, pero algo cercano) y que va retratando su vida desde la ficción más enloquecedora.



Una historia donde el amor trastorna, donde el influjo femenino resulta en la perdición del adicto, que va al abismo por ella, que se deja arrastrar porque ha dejado que el sentimiento lo domine.

Este antihéroe no es un modelo para seguir, sin embargo, en medio de la desazón de su recorrido, al final hay esperanza, es decir, un autorreconocimiento que está bien hacerse el tonto, pero no para siempre, que nunca es tarde para despertar de cualquier embrujo, y que la fuga líquida puede asquear y mantenerse a raya.


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