lunes, 22 de noviembre de 2010

Flores de Muguet





Cuando se vuelve a un libro, a sus páginas, a sus historias, a sus conflictos, es cuando se puede asegurar que se ha llegado a algo relevante y envolvente, un objeto-obra fascinante al lector, así contemplo a Flores de Muguet (Ministerio de Cultura del Ecuador, 2009) un alucinante, poético y perturbador libro de mini ficciones.

Su autora Silvana Amoroso (Cuenca, 1986) explora, desde una particularidad poética por demás, conflictos de interrelaciones, donde las voces femeninas tanto como las travestis destacan más que las masculinas.

Los títulos de estos relatos parten de personajes vinculados a la literatura, cine, cómic y demás. Todos ligados a lo extraordinario, porque desde ahí se desarrollan sus tramas, a ratos coléricas, otras veces amorosas y resignadas.

Flores de Muguet es un libro que atrapa, sus páginas son un laberinto para recorrer sin desesperación, a continuación algunos fragmentos:

A veces veo un estallido de manos cogiéndote el rostro, manoseando el falo pequeñito que escondes entre las piernas, agarrándote, y me vuelvo loco, como cuando mis muñecas no querían jugar conmigo y torcían los ojos y se volvían bálsamo; ellas hicieron lo mismo que vos, me dejaron, el espacio está vacío, por las rejillas de las tablas se derriten tus retinas de aceituna; tu pubis mordido me encierra en un armario de franela, aruñando un nuevo día en tu traje de mujer, tragando cobarde la habitación donde cocimos con tu piel el piso, las galletas de avena, la mugre de las uñas.
Augusto, p. 19

A mi hombre le rompieron la cabeza, tenía una corona de botellazos adherida al cráneo, más adentro del hueso, donde ya no duele y la sangre es una manguera taponada, tuvo espejos trizados deslizándose como verano por su pequeña mandíbula (…)
Calisto, p. 22

En domingo tus niños oxidados son sarpullido de sed, de sal, de manteca líquida en mi vagina, confundiéndose con el cuerpo empinado, envejecido por tus encías, ventosas de carne succionándome, despellejando carcajadas anónimas, suspendiendo el ruego.
Frederik p. 34

Los duendes no tienen novia, se enamoran de sus pasos estrechos, consumen orgías chillonas en los altares de la capilla, beben níspero y hacen gestos de vejiga repleta, amanecen con cara de momia, me visitan, se van orinando en mis platos de miel, durmiendo en mis zapatos, jugando en los graderíos, nunca crecen, en su pretexto, me manosean las tetas, abren y cierran mis muslos, son unos dementes con la nariz desaguada, danzan junto a los helechos, ingresan sus falos chiquitos en mis orejas, mi fosa les da miedo, podrían perderse. Sus himnos a la luna son asquerosos zumbidos de colores. Van por las carreteras, confundiéndose con payasos gordos, se sacan los sueños y se los dan a los chanchos.
Julia p. 40

Yo quería ser un niño, con los ojos grandes, blando, que me digan mariquita; quería ser un niño de pantimedias, usar un abrigo rosado y mover mis caderas imitando a Marlen. Ser un fugitivo, fumar las colillas de mi hermano mayor y que me golpeen por nerd en la escuela de hombrecitos donde estuvieron los padres de mi padre.
Susana p. 64

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