Carlos Luis Ortiz (Alausí, 1979) es uno de los poetas contemporáneos que Ecuador posee, parte de esa productiva camada de escritores que no dan tregua al tiempo y año tras año logran subir escalones en el depredador entorno de la literatura nacional. No solo difundiendo sus obras sino demostrando que, además del alcance: local, nacional e internacional, existe trabajo y cada vez mayor madurez.
Zigzag del solitario (2006) es el primer poemario de este autor, el cual recién hace dos semanas me llegó. Esta obra forma parte de la colección que sacó adelante el ¿desaparecido? colectivo quiteño Machete rabioso (lo último que se supo de ellos fue que “no estaban muertos” pero que a partir de una composición selectiva de fotografías demostraba que “ahora sí lo están”).
Poemario desesperanzador, con los recuerdos volviéndose puñados de venas por donde el pasado en distintas ramificaciones se presenta nostálgico. “El pasado me destruye” dice la voz poética, que avanza herida, con una llaga que no cierra, dejando en cada página trozos de vitalidad estampada en cada verso: “Soy quien alberga más de un dolor”.
Ese dolor vuelto multiformes escenas dentro de una ciudad que ignora a su habitante anónimo, a su artista que cree fervientemente que nadie lo reconocerá, ni la noche, ni sus dementes rondando tras el vacío que les pertenece (por ello el tributo a la soledad como compañera alternativa). Ahí, en esa nada agobiante, se desplazan estos poemas, incontenibles en sus metáforas (“Enciende la luz / la soledad necesita mojar su rostro con el brillo”), abrumador en sus confesiones a esa urbe que devasta y a la que se es difícil dejar: “Terrible / así te quiero / y es pesado el tiempo aún en ti”.
Zigzag del solitario es la huída desesperada de la voz poética por dejar atrás un pasado. Es la garantía del padecimiento consumido (y tal vez no acabado por ser un tema al que siempre se volverá) desde su condición urbana. Ortiz no solo ha escrito un testimonio nostálgico a su pasado, sino también el retrato oculto de cientos y miles, que como él zigzaguean en busca de la liberación de los otros, sus ciudades (su representación y acabose) y de sí mismos.
Zigzag del solitario (2006) es el primer poemario de este autor, el cual recién hace dos semanas me llegó. Esta obra forma parte de la colección que sacó adelante el ¿desaparecido? colectivo quiteño Machete rabioso (lo último que se supo de ellos fue que “no estaban muertos” pero que a partir de una composición selectiva de fotografías demostraba que “ahora sí lo están”).
Poemario desesperanzador, con los recuerdos volviéndose puñados de venas por donde el pasado en distintas ramificaciones se presenta nostálgico. “El pasado me destruye” dice la voz poética, que avanza herida, con una llaga que no cierra, dejando en cada página trozos de vitalidad estampada en cada verso: “Soy quien alberga más de un dolor”.
Ese dolor vuelto multiformes escenas dentro de una ciudad que ignora a su habitante anónimo, a su artista que cree fervientemente que nadie lo reconocerá, ni la noche, ni sus dementes rondando tras el vacío que les pertenece (por ello el tributo a la soledad como compañera alternativa). Ahí, en esa nada agobiante, se desplazan estos poemas, incontenibles en sus metáforas (“Enciende la luz / la soledad necesita mojar su rostro con el brillo”), abrumador en sus confesiones a esa urbe que devasta y a la que se es difícil dejar: “Terrible / así te quiero / y es pesado el tiempo aún en ti”.
Zigzag del solitario es la huída desesperada de la voz poética por dejar atrás un pasado. Es la garantía del padecimiento consumido (y tal vez no acabado por ser un tema al que siempre se volverá) desde su condición urbana. Ortiz no solo ha escrito un testimonio nostálgico a su pasado, sino también el retrato oculto de cientos y miles, que como él zigzaguean en busca de la liberación de los otros, sus ciudades (su representación y acabose) y de sí mismos.
1 comentario:
Excelente poeta! sin lugar a dudas llegará donde se lo proponga.
Tiene una manera profunda de llegar; pero en sus poemas se siente que se aferra a un pasado sin querer dejarlo ir, algo que lo ata y no lo deja continuar.
Carlos Luis, eres bueno y tú lo sabes...
Te deseo lo mejor del mundo y siempre suerte en todo.
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