El
amor nos lleva a cometer las decisiones más absurdas, menos justificables,
descabelladas, aborrecibles y casi siempre cargadas de pérdida. Nada puede
contra aquello que se regurgita en el interior, que atraviesa y pisotea el
sentido común, que brota como una causa en la que nos abanderamos sin importar
el peligro y las consecuencias.
The
Whale (2022, Darren Aronofsky) más allá de la historia del
hombre con obesidad mórbida, del duelo interminable con el que carga, de la
labor como profesor de literatura, de la ansiedad desmedida en su ingesta de
comida chatarra, de la enfermedad como cuenta regresiva para su fin…es el drama
de un hombre enamorado que desechó a su familia para entregarse a una causa
individualista que lo acabó.
Así,
Charlie, en su intento desesperado por conectar con la hija abandonada, de sobrellevar
cada una de las situaciones al límite que ella le ofrece en su inagotable ira; al
contrario de derrumbarse, intenta hallar en el desprecio, una excusa para
recordarle que el amor hacia una hija también es valedero, aunque el pasado
siga ahí como herida abierta.
Esta
es la contemplación de un hombre enamorado y de duelo interminable ante su amante
muerto; del hombre atrapado física y emocionalmente, que va moviéndose y
rebotando dentro de un departamento viciado y sombrío; del hombre que va
entendiendo que el amor fue —en su momento— una venda y lanza arremetiendo
contra todo…
Por
eso, en el cierre, cuando le dice a su hija: —“Lamento haberte abandonado. Estaba
enamorado”, es la confirmación de que el amor es una trampa en la que todos,
irremediablemente, caemos y pocos salimos librados de su tragedia.