Fotograma de La Pianiste. |
Y uno va atacándose desde la intimidad, dañándose más desde lo corporal, rajándose desde lo emotivo, pero sin dejarse ver, solos y silenciosos, mientras los otros cumplen a cabalidad con sus papeles; mientras los otros avanzan sonrientes o llorones en sus propias rutas.
A veces se comete el error de creer haber encontrado al similar. El cuerpo y sentimiento preciso. El cuerpo complaciente, capaz de arremeter ante los años, la soledad y su estela de frustración.
Y entonces, ofendidos, coléricos, golpeados y sangrantes, se reconoce la desilusión de la esperanza; la apuesta errada.
Por eso existen películas como La Pianiste (2001) para resaltar que el arte y la normalidad a veces están divididas, para enfatizar que el artista muchas veces está dañado, para enrarecer más la aureola de dicha de quien tiene el “don”.
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