miércoles, 29 de junio de 2022

Películas huecas

Fotograma de El hombre de Toronto, una película hueca reciente.

 

Se sentó junto a mí y trataba de entender mi risa ante las escenas de una persecución con tiroteo, volteretas, patadas, arrinconamientos y explosiones, muchas explosiones. “¿Qué causa chiste? No entiendo” me dijo. Cuando paré de reír y secar las lágrimas le expliqué:

A veces, cuando uno está agotado de tanto consumo de cine serio (así entiendo a todas las películas cuyo contenido me deja ideas, y las historias mueven una parte de mi sensibilidad) debe apaciguarse, entonces se busca a “películas huecas”, aquellas donde la acción y la comedia se conjugan bien, donde lo ridículo sirve para distraerse.

Nunca serán una de mis opciones en los momentos que esté fresco y activo, pero siempre tendrán su efecto relajante, porque cada una de las torpezas y lo increíble de sus historias cumplen con su propósito: ser una distracción, un algo para reír hasta la carcajada. Esas películas jamás tendrán análisis ni premios (muchas de ellas son basura) pero estarán en los tops de las más vistas, por su contenido insulso.

Casi siempre, después de que el cansancio se apodera de uno tras un día agitado, estas películas son una opción para recargar energía a punta de carcajadas. La vida en el cine no empieza ni termina con Haneke.    

 

viernes, 17 de junio de 2022

El lector del pasado


 

Mi otro yo me habla desde las páginas de los libros leídos. En cada frase, oración o párrafo subrayado. En las anotaciones de los abordes o al final de la página. En el comentario final tras el poema, cuento o novela. Un yo perdido y recuperado en cada relectura.

Uno se va reencontrando con su lector del pasado, y va intentando recordar las motivaciones que existieron en cada uno de los momentos de lectura. La situación emocional que gobernaba en aquellos años, lo que acontecía alrededor, qué hacía y cómo vivía. Escenas borrosas que algo o poco ayudan a entender al lector y su testimonio desde los libros leídos.

¿Cuánto de ese lector de pasado sobrevive en el presente? ¿Comparte las mismas afiliaciones de ideas, los prejuicios, las emociones de aquellos años? ¿Cuánta inmadurez se constata desde la evidencia sobre las páginas?   

Cuando uno se reencuentra a veces no se reconoce.

domingo, 12 de junio de 2022

Cuando odiar a una editorial

Fotografía tomada de Pexels.

 

Cuando una editorial rechaza un manuscrito no es el fin de una obra. Una editorial no es una única voz capaz de apagar el anhelo de un autor. Incluso el rechazo de varias editoriales puede jugarle en contra al manuscrito, porque no es entendido, porque sus editores tienen una línea editorial en la que el texto-propuesta no encaja. Pero ¿qué ocurre cuando en verdad ese texto que busca con desesperación convertirse en libro no debería serlo jamás?

Muchos de los informes en torno a los manuscritos que me toca leer tienden a ser favorables, sin embargo, están los otros, aquellos informes que se ensañan con los textos presentados, con las deficiencias que poseen, con lo increíble de su exposición. No es prejuicio, porque desconozco a los autores. Creo que es sentido común, de que ese manuscrito debe corregirse si es que se desea continuar en el proceso de convertirse en libro.

Pocas veces mis informes son aceptados de buena manera, casi siempre los autores asumen que se trata de algo personal, de que hay un odio contra ellos, tal vez un autor frustrado que se volvió editor; un conjunto de opiniones imposibles de cambiar.

A veces los autores, tras leer mi informe en torno a su manuscrito, solicitan una reunión. Luego de reafirmarles mi juicio crítico, de explicarle cada una de las sugerencias de cambio que podría ayudar al texto a mejorar, de mostrar mi lado afable y comprensivo, porque un autor siempre está mejorando su texto…algunos tienden a aceptar la realidad de su obra, otros en cambio terminan incluyéndome en su lista de enemigos.

Lo peor es saber que aquellos manuscritos que no se corrigieron, porque sus autores decidieron que la editorial no merecía su obra, terminaron convertidos en libros por otro sello que lo publicó tal y como el autor quería.

¿Cuándo un editor da su brazo a torcer ante un manuscrito con problemas? ¿Son las editoriales independientes simples negocios de servicios editoriales? ¿Un servicio editorial debe dejar pasar deficiencias en los textos? ¿Dónde queda la ética del editor respecto a una publicación que llevará, tal vez, su nombre en los créditos?

Cuando me encuentro libros que no debieron publicarse, pienso en que existen “editores” que se merecen esa clase de obras en su catálogo.