domingo, 5 de junio de 2022

Dos clase de artistas

¿El artista es un vendido? ¿Puede sobrevivir un artista independiente, contrario y enfrentándose al poder? ¿Sigue intacta la obra a pesar de que el artista se ha entregado a una causa partidista? ¿Puede el artista dejar a un lado el desarrollo de su obra y sostenerse en la propaganda complaciente?   

Si algo deja claro La vida de los otros (2006) de Florian Henckel von Donnersmarck, más allá de la presencia de la Stasi como órgano controlador y de espionaje a los ciudadanos de dudoso compromiso con el comunismo, es la idea de que hay dos clase de artistas: los que se mantienen en su línea (provocadora, contestataria) y los que prefieren amoldarse a la realidad política y partidista.



 

En este escenario opresivo, donde ojos y oídos están atentos al mínimo signo de rebeldía ideológica, el artista opta por mantenerse desde la marginalidad incólume, reacio al sometimiento, aunque eso le cueste la invisibilización, le ofrezca la mendicidad, y termine prefiriendo el suicidio. Por otro lado, es mejor delatar a la pareja sentimental, quemarlo ante el poder, por incendiario, porque no entendió que el puño aprieta y sofoca, y que es mejor perder a un amor, que perder la carrera como actriz, ahí donde la gloria y el reconocimiento esperan. 

Esos otros que miran y escuchan, solo cambiaron de bandera, pululan aún desde todo poder opresor y sonriente.

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