domingo, 5 de enero de 2025

Una sonrisa tras las páginas consumidas


 

El año pasado, uno de los estudiantes de una institución educativa de Manta, me preguntaba que qué me había llevado a convertirme en editor. En realidad, le dije, estudié comunicación y me especialicé en periodismo con la idea de ser reportero, trabajar en un medio, contar historias…pero una mañana mi profesor de semiótica me encontró en la hemeroteca de la universidad leyendo el diario, buscando en los clasificados la posibilidad de un empleo. Ese día me ofreció trabajo y cambió los planes que tenía.

De aquella oferta laboral hasta ahora han pasado veinte años. Dos décadas de aprendizaje constante, y siempre anhelando mejorar. Primero fue Editorial Mar Abierto, mi escuela inicial. Luego vendría un proyecto fugaz llamado Marfuz Ediciones, después Tinta Ácida Ediciones y ahora Cuerpodevoces Ediciones. Si algo puedo asegurar es que en cada uno de los proyectos editoriales ha primado el compromiso de mi trabajo.

Pero ¿por qué continuar detrás de un sello editorial? Me han preguntado y también me lo pregunto, y la única respuesta sensata que encuentro es que me gusta leer, conocer el trabajo ajeno, soñar junto a los autores con la posibilidad de que sus obras lleguen a cientos y miles de lectores, continuar creyendo que desde la literatura que respaldamos se aporta en algo a la sociedad, y que todas las historias que revisamos, corregimos y difundimos incomodan, en cierta medida, al lector.   

Hay autores y obras que me gustaría tener en el catálogo, difundir su trabajo en cuanta librería conste en el mapa librero, presentar su obra en muchas de las ciudades donde el libro parece aún tener importancia, lograr invitaciones a ferias, congresos, universidades…todas aquellas posibilidades que un libro ofrece, pero la realidad, dentro del sector editorial, es compleja.

¿Qué pensaría y diría mi profesor de semiótica si me viera ahora? ¿Reconocería el trabajo realizado todo este tiempo desde los proyectos editoriales? Con los años terminé editando a otros profesores universitarios que admiraba y respetaba, profesores con los cuales jamás imaginé mantener diálogos literarios o de otra índole.   

Aún hay energía para continuar integrando un proyecto editorial. Aún continúa fresca la motivación inicial de leer, sugerir y corregir; de transformar todo texto que me llega en libro. También hay un desencanto tras esta labor, pero en estos días, que vienen novedades, me invade un optimismo bastante creíble para continuar sentado frente a una computadora, en días que otros están bronceándose y sonriendo fuera de casa. Acá, en la soledad de una habitación, también hay sonrisas tras las páginas consumidas.  


sábado, 23 de noviembre de 2024

Librarse de la tragedia


 

El amor nos lleva a cometer las decisiones más absurdas, menos justificables, descabelladas, aborrecibles y casi siempre cargadas de pérdida. Nada puede contra aquello que se regurgita en el interior, que atraviesa y pisotea el sentido común, que brota como una causa en la que nos abanderamos sin importar el peligro y las consecuencias.

The Whale (2022, Darren Aronofsky) más allá de la historia del hombre con obesidad mórbida, del duelo interminable con el que carga, de la labor como profesor de literatura, de la ansiedad desmedida en su ingesta de comida chatarra, de la enfermedad como cuenta regresiva para su fin…es el drama de un hombre enamorado que desechó a su familia para entregarse a una causa individualista que lo acabó.

Así, Charlie, en su intento desesperado por conectar con la hija abandonada, de sobrellevar cada una de las situaciones al límite que ella le ofrece en su inagotable ira; al contrario de derrumbarse, intenta hallar en el desprecio, una excusa para recordarle que el amor hacia una hija también es valedero, aunque el pasado siga ahí como herida abierta.

Esta es la contemplación de un hombre enamorado y de duelo interminable ante su amante muerto; del hombre atrapado física y emocionalmente, que va moviéndose y rebotando dentro de un departamento viciado y sombrío; del hombre que va entendiendo que el amor fue —en su momento— una venda y lanza arremetiendo contra todo…

Por eso, en el cierre, cuando le dice a su hija: —“Lamento haberte abandonado. Estaba enamorado”, es la confirmación de que el amor es una trampa en la que todos, irremediablemente, caemos y pocos salimos librados de su tragedia.


sábado, 28 de septiembre de 2024

Reciprocidad al padre


 

Padre es el que cría, no el que engendra. Después del lugar común de la frase, se puede aterrizar Las tres hijas (2023, Azazel Jacobs) un drama que pone en escena a tres hijas (y la palabra tiene peso dentro de la trama) atentas a los días agónicos de su padre: el hombre que engendró a dos y que crió a otra. El hombre que enviudó dos veces. El hombre que, postrado sobre una cama, desahuciado por los doctores, espera el final de su existencia.  

Las tres hijas deben lidiar con la muerte inminente de su padre, también con las fisuras que la convivencia entre ellas, ahora como mujeres adultas, deja ver: la lejanía y prioridad de sus propias familias e hijos. La responsabilidad del cuidado paterno que parece solo un compromiso más social que amoroso. Por eso Rachel, la hermana que no es de sangre, la hija que ganó un padre y al que ha cuidado todos los años en que su salud se quebrantó, es la que sobresale como foco de atención. Y con ella aparecen lecciones claves dentro de la historia: dejar que las otras también aporten desde el amor e interés que pregonan, porque ¿de qué sirve decir que se ama a un padre si no existe la acción que lo demuestre?



Las tres hijas es un film que todo hijo debe confrontar, porque lo incómodo de la historia es reflejar la indiferencia, la poca empatía, el desinterés por el otro que se filtra y sacude al espectador. Porque padre no es el que engendra, es el que cría. Y también hija no solo es la engendrada, también la criada, que reconoce la reciprocidad moral que tiene sin que nadie le acentúe su responsabilidad.

El final surrealista es un cierre enternecedor. El sueño de premuerte para apaciguar a las hijas y curar las heridas del pasado. Porque ese padre, hasta en su peor momento, logra su objetivo paternal: la conciliación entre las suyas.


miércoles, 25 de septiembre de 2024

Francisco Bedoya: “Mi obra se mueve en mostrar como el amor se oculta en algo más”


Francisco Bedoya es actor, director y dramaturgo ecuatoriano. Director del colectivo “Susurros Teatro”. Su trabajo se ha desarrollado en pedagogía, dirección, actuación y literatura además de mantener varias obras en escena. Ha publicado en narrativa Recolección de vivencias para sostener una guerrilla urbana (Cactus Pink, 2021), Susurros de la calle (CCE, 2019), Los que vendrán 18-19, Antología del novisísimo cuento ecuatoriano (Cactus Pink, 2018). Autor del texto Yo soy José María Espinoza para el Proyecto “Bicentenario 2022, 12 Obras”.

A propósito de su reciente libro titulado ¿Amor? O ¡Amor! O Amor (2024) que reúne varios de sus textos teatrales y que tendrá una primera presentación el sábado 28 de septiembre, lo contactamos para dialogar de lo que significa escribir y publicar teatro. Un género siempre escaso de leer por estos lares.

 

Francisco ¿cómo te sientes más cómodo, actuando o dirigiendo?

Me gustan las dos por igual, actuar o dirigir conlleva responsabilidades distintas y complejas que, según el tiempo en el que he estado en el arte escénico, si te encuentras cómodo en cualquiera de las dos, o según mi parecer, en cualquier cosa que hagas, ya lo lograste, ya te moriste, es como que ya llegaste a una paz a un equilibrio y en esa comodidad, paz, equilibrio te estancas. Para mí el estar siempre fuera de mi zona de comodidad me ha ayudado mucho a crecer. Pero en el fondo más me gusta escribir y enseñar teatro, creo que debe ser porque ya he dirigido algunas obras y no he actuado en muchas.

 

¿Cuán complejo es pensar y escribir una obra de teatro?

Depende de la obra, me gusta trabajar haciendo obras bajo pedido, recibo ciertas características y en base a eso realizo la obra, muchas veces a ese tipo de trabajo es un reto muy divertido.

Escribir obras a las que puedo llamar propias se me hace más complejo la mayoría de las veces, en ocasiones entro en no poder definir cual queda del universo de ideas en las que caigo al crear, y otras ingreso en un vacío tan profundo que me provoca realizar otras actividades antes de escribir una letra.


¿Has interpretado tus mismas obras?

¡Claro! Fui “Persona” en una obra llamada “La secretaria de suicidios” también muevo Lecturas interpretativas en las que leo mis cuentos interpretándolos de manera performativa o sensorial con Maritza Marmol, esposa mía y actriz productora de Susurros Teatro.

 

Escribir y publicar teatro ¿por qué?

Porque es la única forma literaria que invita al lector a transformarse en otra cosa, yo he visto a personas que nunca han leído o han visto una obra de teatro o guion y se sorprenden mucho al leerlo y lo empiezan a interpretar por el simple hecho de leerlo. La dramaturgia nos libera de lo que somos, nos guste o no ser lo que somos, nos da la oportunidad de ser otros y eso es muy rescatable para mí ya que es lo único seguro que tenemos como seres humanos, que siempre cambiamos.

 

El amor es una construcción dual donde siempre hay pérdida ¿por qué abordar este tema dentro de ¿Amor? O ¡Amor! O Amor?

Porque me di cuenta que mis obras de teatro hablan mucho de amor, y ahora que lo relacionas con la pérdida, me haces pensar más que todo en el equilibrio, la búsqueda de un complemento o un igual o un loquesea, que al irse asumimos como perder algo, pero que nunca nos perteneció. Para mí en el amor hay más unión que pérdida, y pensar por qué estoy unido a esta persona, sea por una decisión, o por miedo, o porque me hace reír, o por dinero o por cualquier cosa.

 

Amor sin desamor es casi imposible, pero dentro de esa dicotomía ¿qué más se puede ver-analizar desde el teatro? ¿Qué más ofrece tu obra literaria?

El teatro siempre te va a ofrecer una multiplicidad de sentidos y opciones de lo mismo, el teatro nos da la oportunidad de cambiar la realidad que estamos creando y vivir otra, poder transformaros siempre en lo que queramos, eso podemos analizar-ver desde el teatro al amor o al desamor, verlos como algo que creamos una y otra vez de múltiples formas.

Lo que ofrece mi obra. Ya he trabajado en cuento, novela y ahora dramaturgia, en mi camino para poder alcanzar el “ser escritor” algún día, creo que debo crear algo más íntimo, que me lleve a mi familia, a mis ancestros, en un futuro sacaré un libro de la vida de mi abuelo. 




 

¿Has agotado el tema del amor en tu obra teatral?

Para nada, creo que este texto es como un darse cuenta de lo que he estado haciendo para poder hacerlo de una manera más consiente en un futuro. Aunque ahora estoy explorando la sátira política.

 

¿Puede el amor ser una causa revolucionaria y contracorriente? ¿Se mueve tu obra por ese territorio?

Por su puesto que puede ser, esas causas serían dos lugares en los que el amor se ocultaría para poder ejercer su magia, como esa fuerza poderosísima de unión, con la que los humanos nos chocamos constantemente. La obra “El Grupo Artístico de Revolución Armada” es una obra en la que exploro el amor, como un pretexto para crear una revolución, pero que muy en el fondo es un amor obsesivo por un lado y desesperado por el otro.

Mi obra se mueve en mostrar, desde mi visión, como el amor se oculta en algo más, sea este algo una decisión, una revolución, un trauma, una obsesión, lo que sea, a la larga es un pretexto para unirnos a cualquier cosa, sean personas, objetos, animales, lugares, etcétera.

 

¿Qué sientes al final del día cuando repasas tus textos teatrales?

Me sorprendo mucho, cada vez que releo mi teatro lo imagino de maneras distintas, es lo genial de este arte, siempre puede ser hecho de maneras distintas, siempre debe ser nuevo, porque está vivo y como todo lo vivo puede morir, esa muerte lo hace irrepetible, y nos hace como artistas escénicos buscar la forma de hacerlo inolvidable para el público.


lunes, 23 de septiembre de 2024

Fernando Argandoña Velasco: “Mis novelas y cuentos tienen conexión entre ellos”


Fernando Argandoña Velasco es originario de Bahía de Caráquez, cantón manabita. Es Ingeniero agroindustrial y magíster en educación básica. Sus textos, cuentos y novelas cortas empezaron a publicarse en plataformas virtuales, espacio donde ha logrado darse a conocer. Pero es su novela corta Secretos de Quimera la que lo está visibilizando como narrador y ha puesto en el mapa de los jóvenes autores ecuatorianos.

Actualmente es docente en la Unidad Educativa San Isidro, donde reside en la parroquia del mismo nombre. Contactamos con él para conocer más de su ópera prima que por estos días empieza a llegar a librerías y lectores, y se prepara la presentación oficial en algunas ciudades del país.

 

Fernando ¿cuándo nace tu interés por la literatura?

Desde la escuela tuve la suerte de poder acercarme a la literatura, en esos tiempos en mi pueblo había un puesto de revistas y mi padre siempre me compraba historietas de Kaliman, Mándame y Condorito, también recuerdo que estudié en la escuela Velasco Flores y que en ella pude leer adaptaciones literarias para niños sobre Simbad el marino, Cumandá, entre otras.

Creo que todo lo mencionado anteriormente desarrolló en mí el interés por la lectura y la literatura, lo cual se acentuó más al crecer y descubrir todas las sensaciones que produce leer historias apasionantes y envolventes.

 

Se afirma que todo escritor es primero lector ¿Qué autores y obras te han marcado como lector?

En mi caso fue el poema El Cuervo de Edgar Alan Poe, luego de leer y disfrutar de aquel poema quedé fascinado con el estilo y la manera de escribir de este autor que se convirtió en uno de mis favoritos.



¿Cuándo tiene su germen Secretos en Quimera?

Como docente de la Unidad Educativa San Isidro he tenido la oportunidad de conocer y dialogar con jóvenes estudiantes, muchos de ellos apasionados por la lectura, en cierta ocasión escribí varios cuentos cortos sobre temas cotidianos y se los compartí, al ver que a los estudiantes les gustaba lo que leían y me pedían que escribiera una historia más larga de suspenso me animé a hacerlo, así surgió Secretos en Quimera, como una novela corta en la cual el suspenso te envuelve y el final es inesperado, surgió como un deseo por incentivar la lectura entre los jóvenes.

 

Viviendo en un país como Ecuador ¿es posible que las historias que se desarrollan puedan estar más allá de la violencia que rodea?

Considero que la novela Secretos en Quimera va más allá de la representación de la violencia o el crimen, es cierto que en la historia ocurre un robo y un asesinato, pero la historia profundiza más en las motivaciones personales, psicológicas y hasta colectivas qué llevan a los personajes a involucrarse en dicho robo, los personajes son variados y con personalidades distintas que permiten al lector identificarse con algunos de ellos, aborrecer o criticar el proceder de unos y admirar ciertos rasgos de otros, permitiendo que el lector se sumerja en el desarrollo de la historia y de los personajes que la conforman, creo que la novela va más allá de la mera ejecución de un plan de robo, se centra en la vida de los personajes y como estas circunstancias los cambian positiva o negativamente.



 

¿Podría Secretos en Quimera considerarse un retrato a grandes rasgos de la sociedad ecuatoriana?

Creo que los personajes tienen características bien definidas, el hombre introvertido, la mujer que es hermosa y vanidosa que usa sus atributos para ser el centro de atención, el hombre mujeriego con un don para hablar y convencer a las personas, el jefe prepotente y corrupto, la joven pasante religiosa optimista y alegre, etc. Sin embargo, no creo que estos personajes sean necesariamente una representación de la sociedad ecuatoriana, si bien es cierto que quizá ciertos rasgos de los personajes podrían hacer que un grupo de lectores se sienta identificado con alguno de los personajes, considero que la sociedad ecuatoriana es mucho más variada y compleja. Además, nunca fue mi intención retratar una realidad de nuestra cultura o sociedad a través de esta historia, sino más bien crear una historia que lleve al lector a sumergirse en el suspenso y que mientras conoce a los personajes y el desarrollo de la historia intente descubrir cuál de ellos pudo haber realizado el crimen sobre el que se centra la novela.

 

¿Qué otros textos mantienes inéditos?

Tengo dos novelas cortas: Misterio en el parque temático (terror) y El buho negro (acción); además otros trabajos como Cuentos de San Isidro (recopilación variada de cuentos) y Romances (historia de relaciones amorosas).

 

¿Qué consideras es lo más interesante de tus proyectos literarios?

Todas las novelas y cuentos que he escrito tienen conexión entre ellos, ocurren en el mismo sitio (San Isidro) y en ciertas ocasiones convergen los personajes y las historias.

Mi proyecto es crear un universo en torno a estas historias, logrando una sinergia entre las mismas y creando nuevas historias que incentiven a las personas a la lectura y a sumergirse en los mundos y situaciones que la literatura nos puede brindar.


martes, 20 de agosto de 2024

La calle es un escenario de pérdida


 

¿Qué encanto tienen los perdedores que sus historias cargadas de fracasos y caos siempre atrapan al lector? ¿Será que el lector encuentra en esta clase de historias una proyección de su pasado o presente? ¿El perdedor es el verdadero antihéroe de toda tragedia?

Mooch (2011, Sajalín) de Dan Fante (imposible no mencionar: hijo de John Fante) es una historia en la mejor escuela del realismo sucio: la calle como escenario de pérdida y sobrevivencia, de escape a la realidad; drogas, alcohol, sexo y una reivindicación que parece imposible en sus personajes.

Esta novela, al puro estilo Buwoskiano, que es decir al puro estilo Fante (padre), cuenta la historia de un alcohólico que ha tocado fondo, que ha vuelto a levantarse y recaer, que asiste a reuniones de NA, que tiene un padrino que vela para que no vuelva a tropezar. Un tipo que anhela se convirtió en escritora (tal vez no como su padre, pero algo cercano) y que va retratando su vida desde la ficción más enloquecedora.



Una historia donde el amor trastorna, donde el influjo femenino resulta en la perdición del adicto, que va al abismo por ella, que se deja arrastrar porque ha dejado que el sentimiento lo domine.

Este antihéroe no es un modelo para seguir, sin embargo, en medio de la desazón de su recorrido, al final hay esperanza, es decir, un autorreconocimiento que está bien hacerse el tonto, pero no para siempre, que nunca es tarde para despertar de cualquier embrujo, y que la fuga líquida puede asquear y mantenerse a raya.


sábado, 17 de agosto de 2024

Vivir lejos de un teléfono es posible


 

A estas alturas reconocer que la adicción a un teléfono celular es algo real, es un lugar común, sin embargo, el que un individuo reconozca la adicción es un tema del que se continúa hablando-analizando e intentado dar solución, algo difícil en un mundo donde la existencia se determina en la conectividad, en la presencia virtual desde alguna o todas las redes sociales; mostrar, demostrar, existir…porque estar apagado, fuera de línea, es la muerte.

De eso va No puedo vivir sin ti (2024, Santiago Requejo) la más reciente y tragicómica historia de Carlos (protagonizada por Adrián Suar) un hombre adicto al teléfono que ha descuidado a su familia. Nada rara la historia del protagonista: el típico individuo promedio que vive 24/7 pegado a un teléfono, que justifica la importancia del trabajo y la conectividad, que se distrae, que se siente vivo junto a su móvil y que el hecho de no estar en línea significa desaparecer.

Esta dependencia la vemos a nuestro alrededor, solo es cuestión de apartar la mirada de la pantalla (donde se está leyendo esto) y ver alrededor: hombres sonriendo, mujeres suspirando, niños que no pestañean, adolescentes sudando frente a todo el contenido que ha sido creado a su medida, un distractor capaz de invisibilizar a sus amistades, familiares y hasta amores; una trampa de la que pocos reconocen estar atrapados y solo algunos deciden salir.


¿Hay vida lejos de un teléfono? Si, pero pocos han decidido, ya que, en un mundo determinado por la masa, por lo que hace el conjunto, por la imitación, porque no hacerlo es desencajar y desencajar es sinónimo de exclusión, es mejor ser parte del rebaño.

Vivir lejos de un teléfono es posible. Vivir sin grabar cada una de las actividades del día a día (para demostrar la existencia) es posible. Desconectarse sin creer que el mundo se acaba, es posible. No puedo vivir sin ti es una crítica (aunque contradictoria viniendo de una plataforma streaming de la que pocos escapan de sus tentáculos distractores) al fenómeno de la conectividad, del uso excesivo y adictivo a un dispositivo móvil, de como el mundo virtual termina excluyendo al mundo real y a los que importan en torno a cada individuo.