domingo, 25 de julio de 2021

Acabar con la felicidad


 

Sí, las familias sonrientes y unidas, parecidas a los carteles que se encuentra en las carreteras, las pertenecientes a tiendas de ropas y viajes; las que vacacionan junto al perro, que se tratan de “cariño” y sonríen a cada momento; a quienes la realidad es solo su espacio donde el lujo parece lograr una armonía de convivencia... son las que se detesta.

También es cierto que el simple odio más pareciera un resentimiento enfurecido desde quienes no pertenecen a ese círculo de ensueño, a quienes les ha tocado la crudeza de la realidad, sin derroche de sonrisas, serios ante la inclemencia de todos los males sociales y económicos.


 

Sin embargo, alejados de ambos grupos, están los otros, aquellos desplazados que se fijan en algo y lo toman, sin necesidad de la adquisición económica, menos en el anhelo del obsequio. Lo toman porque así lo han decidido, porque odian a todos por igual, aunque más a quienes representan el cliché de felicidad.

Estos odiantes han decidido acabar con la felicidad, eliminando a todas aquellas familias que representan el ideal; acorralándolos, quebrantándolos física y mentalmente; sometiéndolos a un ambiente de desesperación y violencia. Odiantes que desde Funny games (1997) de Michael Haneke, son retratados desde dos psicópatas.

miércoles, 21 de julio de 2021

Culpable


 

Uno cree que sus movimientos no son de interés de otros, que sus palabras y juicios pasan desapercibidos, que sus gestos son reconocidos en pocos, pero lo cierto es que un ojo espía nos sigue y está al corriente de cada una de nuestras acciones, decires y posturas. Un ojo que recoge cada palabra y oración; cada fotografía e imagen; cada vínculo al que uno demuestra simpatía.

A veces somos culpables ante el juicio preconcebido del otro, un argumento basado en lo que se ve, en eso que vamos proyectando con nuestras publicaciones, comentarios y bromas. Culpables de eso que tal vez no logra concretarse como una falta, y, sin embargo, la es, porque solo basta una idea, una postura, para delatar la resistencia, para vendernos al ojo que todo abarca.

En El Proceso (1925) a Joseph K. se le informa que se encuentra procesado por algo que ha cometido, ese algo que nunca se explica qué es, ese algo que va deteriorando al sujeto siempre impotente ante la Ley enmarañada que se le muestra. Ahí, en ese entorno sofocante, complejo y absurdo, donde el ojo multiplicado está detrás de él, cada palabra, oración, juicio crítico, afiliación…es usada en contra.     

El ojo nunca descansa, y es solo el derrotero del cuerpo señalado el que anuncia el fin del interés. A veces el ojo, regocijado en su objetivo cumplido, sonríe satisfecho; en ocasiones, una estaca corta el acceso al daño. Mientras, el cuerpo piensa en la invisibilidad ante el ojo.