lunes, 19 de julio de 2021

No es el espacio, es el decir


 

La familia es una prisión. La familia se ha erigido sobre una monótona armonía. La familia es el principio y fin. La familia es el sepulcro para todo objetivo de juventud. Y, sin embargo, la familia no es el problema.   

Noah Solloway, desde The Affair (2014) prefirió lanzarse al vacío, dejar a su esposa e hijos, la comodidad de un hogar y una vida sin mayores preocupaciones económicas. Se entregó a un nuevo amor y confrontó todos los problemas que su decisión contenía. Su excusa fue simple: necesitaba crear, tener nuevas experiencias. Y en esta nueva realidad la familia no encajaba.

Pero Noah reconoció a tiempo que la familia no era el problema, que lo suyo era un bloqueo producto de la estabilidad y la sobrevivencia que siempre giraba en torno a los otros, por eso cuando es enviado al Centro de Reasignación (ese limbo donde van a parar los profesores con alguna falta en sus instituciones. Un lugar donde no se hace nada) encuentra el espacio preciso para volcarse en la escritura de su segunda novela. Aquella historia que se convertirá en best seller.

Mi profesor de semiótica siempre añoró regresar a Quito, aquella ciudad de desenfreno y locura donde hace veinte años, y en una estancia de varias semanas, había escrito su mejor obra literaria. Tal vez por eso, y por su trabajo, no continuó escribiendo, y solo fue planificando un futuro literario en la ciudad “inspiradora”, donde repetiría la fórmula de construcción literaria, pero ese día nunca llegó.

Noah, a diferencia de mi profesor, reconoció que no era el espacio, sino el decir, aquello que contenía y pugnaba expulsarse desde la escritura. Ese conjunto de escenas que, desde la ficción, exageraba y reinventaba un trozo de su misma historia.

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