domingo, 8 de agosto de 2021

La ciudad siempre tiene algo que decir



 

Fotograma de 71 fragmentos de una cronología al azar.


La guerra y la migración tienen en común la violencia contra el otro. Dos situaciones divididas en cientos de historias marcadas por la subyugación; resaltadas por el “poder” del más fuerte o mejor posicionado. La ciudad como centro de atracción para la periferia rural y habitantes de países con economías bajas.   

En este escenario el cine de Haneke (por lo menos el realizado en los años noventa hasta inicios del nuevo siglo) bebe de estas dos fuentes turbias. Dos de sus películas nos remiten a ello: 71 fragmentos de una cronología al azar (1994) y Código desconocido (2000). En la primera espectamos a países en conflictos, con gente huyendo de la guerra, robo y tráfico de armas, un estudiante que pierde el control y asesina a tres personas en un banco. En la segunda la ciudad como fuente de “progreso” para quienes huyen del campo y de países vecinos; la ciudad como punto de caos y violencia. 

 

Fotograma de Código desconocido.

 Este cine, desde estas dos obras, se centra en la cotidianidad desde la urbe, ese espacio desenfrenado donde en cada esquina los personajes deben lidiar con situaciones extremas. En esos recorridos el espectador reconoce (si está atento a los detalles) que la ciudad, desde el revoltijo de la masa y el enfoque de sus roles, siempre tiene algo que decir, a veces bueno y muchas veces malo. Porque la maldad, el odio, la advertencia y la fatalidad habita estas historias.

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