Pero cuando el lloriqueante ha resuelto hacer de ese puñado de experiencias desagradables, donde una pareja llegó a la parte en que se bifurcan sus caminos —donde nunca más volverán a reconocerse— un material artístico, la perspectiva cambia, porque el dolor no es solo dolor, porque el recuerdo no es solo recuerdo, todo ese conjunto desahuciado es algo más: un barro con el cual moldear otro yo, ese espectro superior que todo lo puede, que todo supera.
Así me suena Buenos días, viernes negro (2021) de Elías Bravo, ese artista mantense que hizo del dolor más personal una experiencia capaz de conectar con otros. Se expuso desde el concepto lírico de cada uno de los temas que conforman su ep, y desde ahí ha logrado un discurso intimista donde un hombre asegura superó a su ex pareja; donde un hombre, ese personaje desenfadado que expone sus pesares, se aleja del silencio “sanador” y arremete, porque visto desde el pasado, es feliz.
Sus canciones, esas figuras reconstruidas desde la experiencia, tienen vida, han logrado lo que pocos artistas hacen: conectar, y si este vínculo llegase solo a uno, ese sería el mayor mérito de esta obra.
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