Víctor Arias Aroca, leyendo su texto. |
Víctor Arias Aroca
Escritor manabita
Cuando tú tomas el mar
por domicilio significa que te has mandado a cambiar de la tierra, el agua
ahora es tu universo y el mundo líquido recubre, tus manzanas, tus sueños, tus
frases, tu alimento. Mejor dicho, yo no vivo más aquí no soy terrícola y me voy
con mi música a otra parte, a dónde no puedan juzgarme por el delito de amar y
en dónde los pájaros desnudos del silencio inicien la algarabía brutal de los
que tienen fuego en el corazón.
La sociedad reputa y
juzga a los que aman. Los jueces los acusan y apresan porque para ellos el amor
es un acto de odio.
Los gitanos adivinan en
las líneas de las manos el futuro de los actos del amor. Los celtas en el
relincho de los caballos. Los sumerios en la contemplación del agua del mar.
Los mayas en el acertijo de las estrellas, los incas en el brillo del sol, que
era un Dios más perfecto que el actual, porque se deja ver y lo ilumina todo,
haciendo salir los frutos del fondo de la tierra. De esa tierra a la que ahora
renuncio para irme a vivir al mar, donde no puedan encontrarme si es que acaso
me buscan, los que no aman, los que aman con restricciones, los que aman con
trampa, los que aman con amor sucio.
Los poetas tienen esa
disposición que no es ninguna magia, a adivinar el universo de las cosas, con
el simple uso de las palabras en su estado más natural y puro. Y no necesitan
castillos de fuegos pirotécnicos y falsos apergominamientos para saltar de las
palabras simples hasta tocar las estrellas más altas. Por eso la gente los
confunde con estrellas de cine o luminarias del Rock. Los poetas se quitan los
ropajes del silencio y hablan. Habitan desnudos sin pudor y se lanzan de frente
con su amor al precipicio donde solo los puede salvar un beso o un orgasmo y
son como fantasmas, porque no se los ve, no es necesario verlos, basta con oírlos,
porque igual que Natalí, su voz es alta, clara y diáfana. Me largo a vivir al
mar.
Es la voz del agua
nítida. Solo canta.
Es que el amor nos atrapa,
nos lanza sus anzuelos, sus tácticas de guerra y tú, poeta, caes rendida ante
él, que es un guerrero fuerte, pero tú eres parada y le adviertes, amo tus
manos inquietas, generosas para acariciar, tu corazón diáfano que no me
pertenece más. Y le adviertes, amo la tendencia nociva de tus mentiras, tu
sonrisa macabra ante mi fragilidad, y me escondo en la cueva llamada soledad. Y
así le vas escribiendo y describiendo que amas la hipocresía inocua de su amor
ligero y ajeno. Así se escribe y se describe, es un mar tierno de palabras
hecha por la que se mandó a vivir en el mar y el éxito es escribir con tinta
ácida en el laboratorio de los malditos para obtener el líquido dulce de la
poesía para poderla beber y emborracharse.
La que anda en tacones
jugando al amor, no ha permitido que la veamos íntegra, porque anda creyendo en
su ingenuidad que el amor existe y se descubre prisionera del amor, pero no
abandona su habitación de mar y salta a la alta cumbre de esos extraterrestres
que escriben bien. Una es la que escribe y otra es el hablante. Atención son
dos categorías distintas. El hablante anda en tacones, pero a lo mejor esa es
su única ropa. Y que bello ha de ser verla así, porque de allí para arriba no
respondo, recuerden que habita el mar y sus abismos igual que el amor tiene
demonios tenebrosos que acechan a los que aman.
Los Tinta Ácida me caen
bien. Yo debo caerles mal. Pero lo que hacen es magnífico. Cumplen la misión
que los que están obligados a hacerlo no lo hacen y eso que se andan metiendo
en el bolsillo toda la plata de los ciudadanos. Para un solo concierto pagaron $36.000
por tres canciones. Cuando llega un poeta les apesta. Ya es hora que los chicos
malos de la política dejen la teta. Pronto gobernarán los poetas, así lo dice
Sergio Ramírez, lo dice Benedetti, lo dijo Platón hace como dos mil años.
Estamos cansados de la farsa. Igual que farsa es esa poesía fatua que los
poetas eunucos disfrazan con lirios y buganvilias que son flores que, como
decía Donoso, no han visto en su puta vida.
Yo prefiero el lenguaje
sencillo de Natalí. Directo al blanco. No mata, estremece. Un amor que dispara,
que entra lento y que le corta la cabeza al primero que hable mal del amor.
Tiene daguitas filudas por eso me preocupa, a lo mejor estamos asistiendo al
nacimiento de una colosal estrella y que nos va a dejar aplastados a Pedro Gil
y a mí que un día nos dijeron, nos engañaron, que éramos los mejores de este
mundo.
Yo no he tenido egoísmo
con mis cosas. He sido bestia. Entregué hasta demás a mis amigos. Les ayudé a
formarse. Soy el culpable de que haya venido Miguel Donoso a formar el taller
literario que formó a Libertad Regalado, a Franklin Briones, a Pedro y Ubaldo
Gil. Yo en los 90 ya había conocido a gente de la Pequeña Lulupa y a los Mosca
Zumba que eran contestatarios de la poesía de la bufanda del sol por lo tanto
contraria al Euler Granda a Ulises Estrella a Raúl Pérez Torres. También
tuvimos vínculos con los esperpentos de Cuenca. Siempre estuvimos del lado de
los que protestan por la poesía protesta que vacía de belleza usa malas
palabras para engalanarse, desconociendo que hasta para usar malas palabras hay
que ser un bacán y un hacer que no se sienta.
Pocos como Hugo Mayo
para lograr versos perfectos con vocablos sacados del baúl de la abuela y la
chamarasca de sus logros insólitos. Yo le hice dar el doctorado honoris causa.
El poeta más grande de la vanguardia nació en Manta, en la casa de la imprenta
Gutemberg.
Hoy ha nacido una
poeta. Me le quito el sombrero. Me levanto. Bienvenida Natalí, al infierno
bendito de la poesía.
(Texto leído en la
presentación del libro El amor en tacones,
La Caverna, Manta, 22 de junio de 2018)
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