Portada del poemario. |
El amor que duele
“Él era mi norte y mi sur, mi este y mi oeste, / mi semana de
trabajo y mi descanso dominical, / mi día y mi noche, mi charla y mi música. /
Pensé que el amor era eterno: estaba equivocado”, ha leído frente a la tumba,
para luego desbordarse en llanto.
“Yosoytú no nos separes de mí”, le dice mientras la mira, y su
mirada intenta explorar sus pensamientos.
“Me dices que te vas y siento que un volcán estalla en mi
interior, sé que no volverás. No habrá segunda vez, ya todo terminó. No
insistas en demostrar que es lo mejor para mí. No finjas, sé que lo haces por
ti”, le canta, porque su voz es una telaraña que intenta atraparla a como dé
lugar.
Piensa: “El amor muerde, el amor sangra. Me está poniendo de
rodillas. El amor vive, el amor muere. No es ninguna sorpresa. El amor ruega,
el amor complace. Es lo que necesito”. La mira y continúa pensando. Es una
máquina que piensa y suda con cada palabra.
En todos ellos, personajes provenientes de la poesía y la
música[1],
creados desde el dolor, existe un nexo: la tragedia del amor mermó en sus
vidas, los acabó, masticó hasta dejarlos convertidos en una masa que contempla
su destrucción.
El amor drenándolos, insistiendo en dejarlos vacíos, puro
cascarón perdido. Una autodestrucción implacable que los devora, que los ha
borrado de toda esperanza de salvación.
[1] Las citas entrecomilladas y en orden pertenecen a W. H.
Auden, José Emilio Pacheco, Sangre Azul, Def Lepard.
El amor desde una voz
Los textos de Natalí Romero Torres son un retrato reconstruido
con una masa llamada amor. Un conjunto de escenas del pasado que avanzan
aceleradamente en un escenario infestado de espinas, con un personaje masculino
multiplicado en distintos maniquís. Un personaje al que ama y odia, al que se
ruega y sentencia, al que se añora desde los labios y al que finalmente se
busca patear: con furia y maldad.
La voz poética de estos textos es por momentos una voz sumisa
que suplica un querer indestructible, un amor proveniente de cuentos de hadas,
donde el mayor riesgo es un beso en un aura rosa. Una voz que se eriza desde el
contacto inocente de otras manos, que anhela un amor presente e incorruptible.
Pero esta misma voz madura en su recorrido poético,
avanza hacia un presente donde no solo sueña con sus dedos entrelazados a
otros, sino que también lo hace con la conexión de poros ajenos. De sentir una
lengua que no solo sirva para las palabras, sino para otros placeres. Un amor
más real al cual conectar en todas sus dimensiones.
(Fragmentos tomados del prólogo del libro El amor en tacones, Tinta Ácida, 2018)
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