Imagen tomada de http://pinturaspablogallo.blogspot.com/p/relecturas-2009-2010.html |
Siempre leo libros
de los que me arrepiento, de los que quisiera escribir pestes para ver si su
autor no vuelve a cometer la imprudencia de publicar. Siempre me detengo a
tiempo, porque si ya otros lo han hecho, si ya otros, tal vez peores en su
tiempo, peores ahora, continúan publicando y siendo el centro de atracción
desde sus círculos, para qué molestarme por cinco o diez autores que han
elegido continuar este “legado” que los hará feliz en su ciudad y quizás, si
logran tener excelentes relaciones sociales, en su provincia.
Siempre leo
libros que en principio no quise leer, pero que caí en sus páginas solo para
confirmar por qué no debía hacerlo. Sí, a veces en medio del prejuicio
desbordante me he encontrado con libros que merecieron otra oportunidad, que
salvaron su pellejo. Pero también están los libros que solo sepultaron mi falsa
esperanza en ellos.
Libros de
amigos. Libros de autores con quienes he compartido y suelo convivir durante
horas en bares. Libros de autores con quienes converso más de lo debido. Libros
de autores a los que he ayudado en determinado momento. Libros de autores que
siempre sugerí cosas relacionadas a la previa publicación. Libros de autores
que hubiese querido editar, que me hubiese gustado salvar de su condición
fantasmagórica. Libros de autores que prefirieron publicar a toda costa y
entrar al círculo de los llamados “escritores” (de esos que cargan tarjetas y
hacen oficios reiteradamente con aquel “título”).
Y de todos
aquellos libros que no debí leer, sea por su diseño de portada, por la
diagramación, por la errada distribución de los espacios internos y externos,
por el abuso de lugares comunes y por muchos otros elementos divorciados del ámbito
de la edición literaria, me atreví a leerlos, me atreví porque cuando llegase
el momento indicado (dentro de un bar y sin cámaras para figuretear) conversaría
de todos aquellos puntos que jamás se desarrollaron en estos intentos de
cuentos-novela-poema. En esos intentos de creación literaria que solo llegaron
a feto sin su respectivo ciclo de gestación.
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