I
A mi compadre.
Por haber estado ahí: en los momentos caóticos mientras me consumía frente a un
teclado. A él este libro. A él cada verso construido con dolor. A él porque me
enseñó que en la vida y en la literatura solo hay un paso y los he dado todos.
A él, a sus consejos, a sus palabras. A él, porque mediante su voz sobrevivió
la mía.
II
A Noemí, la
única, la elegida, la que respiró a mi lado, la que en cada amanecida contempló
el despertar de mis palabras. A ella estos versos que no intentan retratar el
amor, porque el amor (a través de la experiencia) hemos sido nosotros. A ella,
a sus abrazos. A ella por haber transpirado miles de horas junto a mis poros. A
ella por las aventuras, por los caminos recorridos y por recorrer.
III
A mis padres,
por cada arrullo, protección, por hacer de los momentos de infancia una burbuja
ideal, por aparecer en los cuadros del crecimiento, por haber pagado cada sueño
hasta la independencia.
IV
A Rigoberto, mi
mejor amigo, mi hermano de sangre, a quien le debo la vida. A él por cada espaldarazo,
por haber leído cada uno de mis manuscritos, por haber creído en cada párrafo.
A él estas páginas cargadas de amistad.
V
A Capitán, por
haber ladrado tantos días a mi lado, por haber velado mis sueños, por darme la
tranquilidad que el barrio no ha podido darme. A su fidelidad canina, a sus
paseos que me fueron enseñando que la vida desde cuatro patas también es maravillosa.
VI
A Sedal, porque
en la marca sobrevivió el impulso de cada limpieza. Porque después de eliminar
la caspa sentí que las palabras eran lo único que deseaba que invadiera mi
cabeza.
VII
A Panchito, el
busetero de la línea 6, a sus recorridos acelerados, porque en cada viaje vi la
realidad de la ciudad. Contemplé un “paraíso” capaz de “inspirarme”.
VIII
A mis profesores
de literatura porque si jamás me hubieran enseñado el sufrimiento de Dolores
Veintimilla jamás hubiera sabido lo que es poesía.
IX
A doña Martita,
porque en su territorio descubrí una humanidad sincera y chocante, una
humanidad de diálogos sensatos y absurdos, una humanidad clave para calcarla,
una humanidad detenida por horas, sentada por horas, atiborrada por horas de un
tiempo alucinado.
X
Al amor, porque
de él me embriagué, porque escribí a través de él los versos “más hermosos” de
mi vida.
XI
A Dios, porque
su mano se posó en la mía. Porque gracias a sus bondades he escrito a su
nombre.
XII
A mis alumnos,
porque cada una de sus historias se volvieron los puntos de partida para
historias más ambiciosas.
XIII
A mi biblioteca,
porque en las historias ajenas encontré un sendero para continuar en solitario.
XIV
A la quinceañera
que me dejó con las ilusiones moribundas.
XV
A mi ciudad,
porque en sus calles, su playa, sus barrios, sus mercados, su centro comercial
encontré la “inspiración” total para escribir.
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