domingo, 3 de agosto de 2014

Dedicar un libro: diatribas de la “inspiración”




I
A mi compadre. Por haber estado ahí: en los momentos caóticos mientras me consumía frente a un teclado. A él este libro. A él cada verso construido con dolor. A él porque me enseñó que en la vida y en la literatura solo hay un paso y los he dado todos. A él, a sus consejos, a sus palabras. A él, porque mediante su voz sobrevivió la mía.

II
A Noemí, la única, la elegida, la que respiró a mi lado, la que en cada amanecida contempló el despertar de mis palabras. A ella estos versos que no intentan retratar el amor, porque el amor (a través de la experiencia) hemos sido nosotros. A ella, a sus abrazos. A ella por haber transpirado miles de horas junto a mis poros. A ella por las aventuras, por los caminos recorridos y por recorrer.

III
A mis padres, por cada arrullo, protección, por hacer de los momentos de infancia una burbuja ideal, por aparecer en los cuadros del crecimiento, por haber pagado cada sueño hasta la independencia.

IV
A Rigoberto, mi mejor amigo, mi hermano de sangre, a quien le debo la vida. A él por cada espaldarazo, por haber leído cada uno de mis manuscritos, por haber creído en cada párrafo. A él estas páginas cargadas de amistad.

V
A Capitán, por haber ladrado tantos días a mi lado, por haber velado mis sueños, por darme la tranquilidad que el barrio no ha podido darme. A su fidelidad canina, a sus paseos que me fueron enseñando que la vida desde cuatro patas también es maravillosa.

VI
A Sedal, porque en la marca sobrevivió el impulso de cada limpieza. Porque después de eliminar la caspa sentí que las palabras eran lo único que deseaba que invadiera mi cabeza. 

VII
A Panchito, el busetero de la línea 6, a sus recorridos acelerados, porque en cada viaje vi la realidad de la ciudad. Contemplé un “paraíso” capaz de “inspirarme”.    

VIII
A mis profesores de literatura porque si jamás me hubieran enseñado el sufrimiento de Dolores Veintimilla jamás hubiera sabido lo que es poesía.

IX
A doña Martita, porque en su territorio descubrí una humanidad sincera y chocante, una humanidad de diálogos sensatos y absurdos, una humanidad clave para calcarla, una humanidad detenida por horas, sentada por horas, atiborrada por horas de un tiempo alucinado.  

X
Al amor, porque de él me embriagué, porque escribí a través de él los versos “más hermosos” de mi vida.  

XI
A Dios, porque su mano se posó en la mía. Porque gracias a sus bondades he escrito a su nombre.

XII
A mis alumnos, porque cada una de sus historias se volvieron los puntos de partida para historias más ambiciosas.

XIII
A mi biblioteca, porque en las historias ajenas encontré un sendero para continuar en solitario.

XIV
A la quinceañera que me dejó con las ilusiones moribundas.

XV
A mi ciudad, porque en sus calles, su playa, sus barrios, sus mercados, su centro comercial encontré la “inspiración” total para escribir.  

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