Un día sin escribir es difícil, pero llegar a varios años, puede
resultar algo traumático para cualquiera que haya decidido (aunque todo esté en
contra) dedicarse a la escritura como una forma de ganarse la vida. Sí, este
anhelo en nuestro contexto resulta una utopía: nadie, hasta donde conozco, vive
de lo que escribe y le publican.
Con dos artículos en revistas, un derecho de autor paupérrimo por
constar en alguna antología, y quizás (y esto si es que se ha tenido excelente
relaciones públicas y nexos apropiados, y por supuesto, talento) un contrato
para un libro donde haya regalías… el escenario será desalentador para
cualquiera que busque vivir de la escritura literaria.
Por eso cuando supe de Mike Noonan, del lujo que se da al no poder
escribir nada nuevo durante cuatro años, luchando contra ese bloqueo que no
buscó. Cuando pienso en él, me divierte hacer una comparación con nuestro contexto:
lo que es ser un escritor bloqueado en un país desarrollado (y sí, no importa
que se trate de un personaje) y uno de un país como el nuestro, donde solo los
novelistas y cuentistas son tomados en serio, un país de poetas y cientos de
seudos poetas pululando en cada ciudad.
Noonan tuvo un plan b, previniendo si algún día se quedaba seco de
historias (cuatro novelas debidamente escritas, resguardadas e inéditas)
mientras que en nuestro caso ¿cómo se sobrellevaría esta sequedad? ¿cuándo se
lograría tener una producción inédita aguardando salvar el pellejo? ¿en qué
momento, mientras se asume los oficios de la sobrevivencia, se escribirían
todos estos refuerzos?
Muchos escriben. Escriben y reescriben. Reescriben, borran y vuelven a
escribir. Pero también, estos mismos escritores lidian con trabajos y familia,
luchan por tener un trabajo que les dé estabilidad económica, o que por lo
menos les permita tener algo de tiempo para continuar escribiendo.
Escritores de dramas
reales, cuyos fantasmas que los asechan son el hambre y la decepción: entes
aterradores para cualquiera que pretenda vivir de lo que escribe y alcanza a
publicar.
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