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¿Cómo abordar el asesinato de un padre? ¿Cómo superar el trauma de una
muerte violenta? ¿Cómo recuperar la memoria de ese padre? ¿Cómo recuperarse a sí
mismo en un ejercicio difícil de asimilar? ¿Cómo estar más allá de la ira y la impotencia
ante el arrebatamiento de alguien amado?
En Revoluciones cubanas en Marte (UArtes ediciones, 2017) de Ernesto Carrión
(Guayaquil, 1977) habita una poesía que es en primer momento un acercamiento
biográfico a un hecho lamentable: el asesinato de alguien, un alguien que fuepadre. Un alguien que vivió una vida intensa y llena de excesos. Un alguien que,
para otros, representó una simple víctima.
Se trata de un poemario difícil (visto desde a fuera) de concebir:
luchar contra un hecho violento; reconstruirlo en el imaginario de un escenario
que embiste por todos lados; ir al mismo ritmo de días acelerados y
autodestructivos; volverse espectador de un recorrido funesto.
Pero más allá de la muerte de un padre, está la relación que esa muerte
ha provocado con la voz poética, una que contextualiza a ese padre, que lo ubica
ideológicamente, que lo aterriza en un país y continente lleno de
desapariciones, cargado de choque, infestado de una violencia atroz.
Una obra que no solo mira/habla/odia/estremece desde la calle, sino
desde la familia.
Bien están los muertos y los vivos.
Los asesinos y sus víctimas aquí en la Tierra.
Todos entrelazados por el pecado y el brazo descuartizado
del amor brillando bajo el rabo de una luna hecha un canguro. (p. 25)
El efecto de una lengua incendiada como una lámpara definitiva saboreando
ese puñado de alcohol y de ceniza que fue la única verdad que conociste. (p.
53)
Padre disfrazado de realidad, pero profundamente libre.
Padre disfrazado de la libertad, pero peladamente solo
y maniatado. (p. 54)
Disolviéndote de círculo en círculo
de
vaso en vaso (p. 56)
Padre irreal: dime qué cosa fue la felicidad dentro de tu casa,
deshabitada por ti mismo. (p. 62)
Y ahora combustión planeada: escribir tu muerte al lado de mi vida. O reescribir
tu vida al lado de mi muerte. (p. 83)
Morir es aparecer. Dejar de una buena vez lo que desaparece. (p. 91)
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