domingo, 27 de noviembre de 2022

¿Editor y autores amigos?

Imagen tomada en Pexels.

 

Los editores cumplen su trabajo: hacer que un texto (sea este poesía, cuentos o novela) se transforme en libro; ofrecerle un cuerpo a ese ente inmaterial; darle visibilidad y moverlo en la mayor cantidad de escenarios (dígase librerías, medios de comunicación, periodistas especializados, clubes de lecturas, ferias de libros, otros escritores, críticos…); hacer barra hasta donde se pueda; aunque a veces esto sea insuficiente para que un libro pueda ser entendido y con ello llegar a la mayor cantidad de lectores.

A todo esto surge una pregunta ¿existe una relación de amistad entre el editor y los autores que respalda? Creería que en esencia es clave tener un cierto vínculo con el autor y el texto que se apoyará, nadie editaría a un enemigo y menos un texto con el que no esté de acuerdo (el catálogo editorial siempre es un guiño).

Muchos autores han defendido a sus editores, a quienes han reconocido los paladines de su éxito, los responsables de volverlos visibles dentro de un territorio donde no existían. Los editores, tal vez los más reconocidos a nivel internacional, han dado cuenta de su relación con varios de los autores de su catálogo, ese nexo no solo profesional, también de amistad.

Pero ¿se logra dar en verdad una amistad entre editor y autores? ¿salidas de almuerzo o cenas? ¿paseos a otras ciudades o países? ¿campamentos en fin de semana? ¿vacaciones juntas sin reuniones de trabajo? Tengo mis dudas. Porque los vínculos que se crean tienen como centro primero el texto y luego el libro.   

El editor aconseja, recomienda, sugiere, pero nunca será un amigo con el cual ir a un concierto a beber cerveza, menos al que se le confiaría algún problema personal, nunca pañuelo de lágrimas ante alguna de las injusticias de la vida. No, los editores están para otra cosa, para publicar aquel texto que nos ha costado meses o años, para darnos la mano y hacer que nuestros libros sean leídos.

El editor en cierta manera debe ser nuestro enemigo, porque tanto cariño podría ser peligroso para un libro; tanta ternura y agrado dejaría pasar muchas incongruencias en los textos; todo ese amor es dañino si se desea publicar y ser leído.

Con contrato editorial (y el respeto que cada uno le debe al mismo) y dinero de por medio (pagos por trabajos de edición, cuando no hay un auspicio total, y hasta regalías) no se podría desarrollar tal anhelo; aunque están las excepciones.

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