viernes, 12 de febrero de 2021

Deconstrucción Borges

Jorge Luis Borges.

Cuando se habla de Borges siempre se acudirá a la imagen de un hombre ciego apoyándose tanto de un bastón como de María Kodama; una figura apacible relacionada a las bibliotecas y lo fantástico. El inventor de un universo arcano y laberíntico. Un ñoño a carta cabal.  

Sin embargo, en Borges, inspector de aves (Bajoelvolcán Ediciones, 2020) de Lucas Nine (Argentina, 1975), su protagonista cumple con el cliché de personaje de novela negra: envuelto en una gabardina, luciendo un cigarrillo en sus labios, observando y tomando apuntes, haciendo conjeturas, planteando hipótesis, siguiendo rastros, enfrentando al villano, salvando a la dama, y refugiándose en soledad.

Pero este Borges, inspector de aves, jamás será una especie de Boogie, el aceitoso: extremo en sus acciones, sin contemplaciones mínimas, salvaje y machista; este Borges, romántico y bibliófilo, es una caricatura que intenta asumir cada una de sus misiones lo más serio posible, aunque no se pueda, porque en el fondo sobrevive el intelectual que primero piensa y luego actúa, no siempre acertadamente.  

 

Oliveiro Girondo y Norah Lange.

 

Una historia hilarante donde el Borges, inspector de aves, deberá confrontar al escritor Oliverio Girondo, quien como antagonista lleva al paroxismo su rol, en una persecución en la que se intenta rescatar primero a Norah Lange, el arquetipo de dama en peligro (esposa de Girondo) y luego a Xul Solar, amigo de Borges.

Una novela donde cada acción, detalle y diálogo tiene como base la biografía del mismo Borges y los mitos alrededor de su vida: su madre como un fantasma que lo acompaña y ¿fortalece?; su sexualidad; alusiones a la mitología griega (Polifemo y Ulises-Nadie), entre otros.

El universo de personajes está relacionado a la literatura argentina, desde Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Ernesto Sábato, José Ingenieros, hasta escritores influyentes en la misma obra del Borges escritor, como Flaubert.

Las escenas más desconcertantes sin duda se dan en el laberinto de espejos, quizás el espacio añorado por el Borges escritor mas no por el Borges inspector, quien no solo debe lidiar con Oliverio como perseguidor sino también con su voz que todo lo indaga. Esa misma voz que el personaje intenta aplacar, porque este Borges ya no es el mismo, cuando aceptó dejar atrás el confort de una biblioteca y lanzarse a la calle a la acción, algo de él se quedó allá, encerrado entre los mundos ajenos y olor a papel.    

Portada de la edición ecuatoriana.

 

Pero ¿Es posible que un inspector de aves termine disfrazado de pollo para infiltrase en la fiesta donde se encuentra su enemigo y tal vez las respuestas al misterio que persigue? ¿Puede un inspector, que en el fondo es un escritor y lector obsesivo, librarse de caer en una trampa tradicional solo por el anhelo de hacerse del tomo de la enciclopedia que le falta? ¿Es posible enviar un S.O.S. en código Morse mediante el punteo a una mujer dentro de un bus, como ultimátum antes de ser ejecutado? Pues el Borges inspector lo hace y con creces.

Una novela negra, pero cargada de humor, uno corrosivo, a veces absurdo y casi siempre ingenuo, porque su protagonista intenta asumir un rol en el que no calza del todo, en el que libra la muerte con ayuda de amigos y hasta por chispazos.

Y aunque, como toda novela negra, haya puñetes y patadas, insultos, piropos, golpes bajos a la moral, y una carcajada desmesurada hacia la figura del escritor derrotado, también permanece esa posibilidad de que un Borges, desde un multiverso, observa desde las sombras espesas de una ciudad a cada uno de sus objetivos. 

Un Borges, que, en su soledad, al final del día, sonríe satisfecho del deber cumplido, aunque la dama, su dama, permanezca junto al villano y él, sin necesidad de un espejo que se lo recuerde, seguirá solo.


 

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