Crecí con
Nirvana. Fui uno de los miles de adolescentes que en los noventa, perdido por
una decadencia interna y desesperado por la búsqueda de una luz en medio de
aquella oscuridad abrumadora, dio con la banda.
Fue fácil llegar
a ellos, lo difícil fue reconocer que más allá de la estridencia y el aura
maldita de cada canción, existía un mundo lleno de otras bandas y mejores melodías
(incluso más sombrías de las que había hecho mi bandera).
Pero en ese
momento, en esos días, cuando se era emo y sad (sin que las clasificaciones
aparecieran) con fundamento, cuando parecía que el futuro consistía solo en un
ahora decadente marcado por la desgracia; cuando solo era Nirvana: tres tipos
desde un todo siempre eufórico, lo que gobernaba. Todo era felicidad, una
macabra y complaciente.
Luego nos
enteraríamos de que la cabeza de Kurt explotó, de que la banda desaparecía, de
que solo su música quedaba en el espacio ahondándolo todo. Esos días también
fueron tristes, llenos de música, su música, pero tristes al final.
En estos días
Kika, mi amiga darks, me escribe para decirme que harán un tributo a Nirvana,
la misma banda que hace más de veinte años escuchaba junto a mis panas de
barrio. La banda que estremecía las paredes de mi cuarto mientras mis padres
tenían su propio concierto lleno de gritos.
Nirvana: Kurt, Krist y Dave. Nirvana desde dos parlantes. Nirvana desde el recuerdo abrumador.
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El sábado 7 de
abril se hará un tributo a Nirvana a cargo de la Banda Don Juan. Retro Bar,
20h00. Entrada 10 dólares.
1 comentario:
Florece mi corazón marchito. Gracias totales.
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