miércoles, 2 de septiembre de 2015

Contra un poder de ridículas atmósferas

Tercera edición, publicada en Bolivia, 2012. 
 Habita en Anatemas (Libros del Tata Santiago, Bolivia, 2012) de René Silva Catalán (Chile, 1971), un lamento largo y lúgubre, donde el dolor es una recurrencia en la que se busca protección.
Un libro donde lo sacrílego, es una excusa para develar situaciones comunes, la vida en su estado normal: aquel caos cotidiano que la voz poética refleja desde distintas situaciones confrontadas.
Poesía conectada al doom metal, aquel género oscuro, lento y desesperante, para manifestar sentimientos deprimentes. Desde ahí está construido este poemario: procesión de imágenes furiosas:

Perdóname si vuelvo a las sombras
descubierto por el silencio de tu puño.
Confesión, p. 7 

En el dorso de la lluvia
se depura un maniquí de espectros
la muerte aflora como enjambre
entre los escombros
mi costra
Tramo de la utopía, p. 10

Esta poesía recorre terrenos arcanos. Oscuridad aferrada a las imágenes y al sentir de un odio auto infringido, por estar y ser dentro de un espacio atiborrado de una idolatría impuesta.

Otra vendimia
en mi cruz invertida.
Extraña(mente), p. 16

Hay un asco que me cuelga
Perpetuo, p. 24

Me protejo en la soledad de algún instante
estoy oculto tras las vísceras de tu voz.
Infinita, p. 14

René Silva Catalán. 

Es una voz que confronta el estatus quo religioso, que plantea interrogantes en torno al poder “inmaculado”, ante la burbuja apacible y turbia de lo sacro. Donde la moral cristiana es el blanco, donde la contradicción de la fe resulta un punto de partida y llegada, para esta obra:

No soy
la súplica mal leída y alucinada
del Padre Nuestro al morir     no
Intelectus, p. 25

La procesión del día sigue siendo     el rito
de una muchedumbre religiosa   tan extraña
como un puñado de centímetros
Dunguve, 32

En este cielo de estuco una radiografía del socorro
sus uñas largas y picantes siete veces atravesamos
la carne del infierno                          siete veces
pisándonos la cola.
777, p 34

En Anatemas, el ritual desde el cristianismo, es también una excusa para hablar del dolor personal, uno que habita soterrado entre las imágenes rabiosas, críticas e impotentes. Aquellas figuras que buscan ridiculizar al poder, un poder de “pecados” absueltos, un poder de atmósferas enfermas, un poder al que no se teme.    

Tendido en tu hocico
ya no huelo

A ningún dios.
Pecatum, p. 45


No hay comentarios: