Tercera edición, publicada en Bolivia, 2012. |
Habita en Anatemas (Libros del Tata Santiago,
Bolivia, 2012) de René Silva Catalán (Chile, 1971), un lamento largo y lúgubre,
donde el dolor es una recurrencia en la que se busca protección.
Un libro donde lo
sacrílego, es una excusa para develar situaciones comunes, la vida en su estado
normal: aquel caos cotidiano que la voz poética refleja desde distintas
situaciones confrontadas.
Poesía conectada
al doom metal, aquel género oscuro, lento y desesperante, para manifestar
sentimientos deprimentes. Desde ahí está construido este poemario: procesión de
imágenes furiosas:
Perdóname
si vuelvo a las sombras
descubierto
por el silencio de tu puño.
Confesión, p.
7
En
el dorso de la lluvia
se
depura un maniquí de espectros
la
muerte aflora como enjambre
entre
los escombros
mi
costra
Tramo de la
utopía, p. 10
Esta poesía
recorre terrenos arcanos. Oscuridad aferrada a las imágenes y al sentir de un
odio auto infringido, por estar y ser dentro de un espacio atiborrado de una
idolatría impuesta.
Otra
vendimia
en
mi cruz invertida.
Extraña(mente),
p. 16
Hay
un asco que me cuelga
Perpetuo, p. 24
Me
protejo en la soledad de algún instante
estoy
oculto tras las vísceras de tu voz.
Infinita, p. 14
René Silva Catalán. |
Es una voz que
confronta el estatus quo religioso,
que plantea interrogantes en torno al poder “inmaculado”, ante la burbuja
apacible y turbia de lo sacro. Donde la moral cristiana es el blanco, donde la
contradicción de la fe resulta un punto de partida y llegada, para esta obra:
No
soy
la
súplica mal leída y alucinada
del
Padre Nuestro al morir no
Intelectus, p.
25
La
procesión del día sigue siendo el
rito
de
una muchedumbre religiosa tan extraña
como
un puñado de centímetros
Dunguve, 32
En
este cielo de estuco una radiografía del socorro
sus
uñas largas y picantes siete veces atravesamos
la
carne del infierno
siete veces
pisándonos
la cola.
777, p 34
En Anatemas, el ritual desde el cristianismo,
es también una excusa para hablar del dolor personal, uno que habita soterrado
entre las imágenes rabiosas, críticas e impotentes. Aquellas figuras que buscan
ridiculizar al poder, un poder de “pecados” absueltos, un poder de atmósferas enfermas, un poder al que no se teme.
Tendido
en tu hocico
ya
no huelo
A
ningún dios.
Pecatum, p. 45
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