Pedro en La Poza junto a un barco abandonado. Foto de María Isabel Silva. |
me gustaría matarme y no lo hago. por amor.
duerman tranquilos. mi amor no termina. en la muerte
nada hay
de nuevo
nada que hacer
mi presencia tiene presencia eterna.
Pedro Gil, Me gustaría matarme por amor
El
presentador está convencido que Pedro Gil únicamente escribe poesía, que su obra
literaria publicada se ha basado exclusivamente en poemas. Nadie es capaz de
levantarse de su asiento y soplarle, tras el escenario, que se ubique y
rectifique: El príncipe de los canallas
(Mar Abierto, 2014) es un libro de relatos, con nueve historias.
¿Pero
qué sabe un presentador de libros?, ¿Por qué culparlo de algo que evidentemente
ignora?, quizás por eso no hay mayor drama de parte del autor, quien observa
todo con la concentración de un criminal a punto de atacar: sentado, paciente,
y oculto bajo sombras.
La norma que se apodera
Viernes treinta
de mayo, seis y media de la tarde, sala de conciertos Horacio Hidrovo
Peñaherrera en los predios de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, en
Manta. El público no llega ni a cien personas, pero eso no es lo importante,
están los que han querido estar y no a los que se les ha obligado, como sucede
por estos lares.
Pedro ha
entrado minutos antes en precipitada carrera, saludado fugazmente a quienes lo
conocen y se han cruzado en su camino, va abrazado a un cartón con sus libros, libros
que después obsequiará.
El
evento empieza y se desarrolla con normalidad, una normalidad
institucionalizada que incluye música (la apertura de un saxofonista
coincidentemente apellidado como Pedro), danza (Prema, danzando al son de una
“Manta hermosa” mientras detrás de ellos se va proyectando la cara B de la
ciudad) y canto (con una integrante del grupo de artes escénicas Palosanto y un
lagartero haciendo de las suyas en el escenario). Una institucionalización a la que el autor no ha
podido escapar.
Pedro leyendo uno de sus poemas. |
Pedro Gil desde dos miradas
“Crónico es una grieta oscura en la
fachada de la realidad, desde donde Pedro Gil lanza sus naipes sobre la mesa
del lector para ver cuánta verdad puede soportar” lee Rut Román, refiriéndose
no a El príncipe de los canallas sino
a Crónico, poemario publicado en el
2012 y que se reedita junto al libro presentado.
“Historias desmembradas de nuestra realidad
sórdida; invectiva no exenta de humor corrosivo para condenar todo lo que
tenemos por sagrado; rastreo crudo y feroz en las vísceras ocultas de la
condición humana –aquellas que rehuimos por arrogancia o santurronerías-,
fluyen por las páginas de El príncipe de los canallas…” lee María Isabel Silva,
pareja de Pedro, en análisis escrito por Marco Antonio Rodríguez, quien no ha podido
asistir.
Dos miradas
a la obra de Pedro, la poética y la narrativa, dos miradas que van convenciendo
al público de que el autor mantense no es un improvisado y que su trabajo
literario se ha ido forjando a partir de la experiencia y sobre todo la
inventiva, porque finalmente Pedro es un fabulador y entrar a su obra intentando
verlo a él en cuerpo entero es una pérdida de tiempo: construye personajes que
viven realidades cercanas y también anheladas.
Pedro Gil quiere morir
Decir
editorial Mar Abierto es decir Ubaldo Gil (+), decir libros de Pedro Gil es
decir editorial Mar Abierto/Ubaldo Gil, dos nombres que Pedro ha retomado solo
para recordarle al auditorio cuánto le agradece al hermano ausente, cuánto hizo
este por él, cuánta paciencia invirtió para que su obra poética y narrativa
recorriera el Ecuador, cruzara la frontera, empezara a verse en las perchas de
las librerías más concurridas y fuera de a poco arribando a lectores que vieron
más allá de la leyenda “maldita”.
Pero Pedro está triste, se siente desamparado
sin Ubaldo, y suelta su conmoción nocturna: quiere morir.
-Quiero estar con él lo más rápido
posible, pero no es mi voluntad, sino la voluntad de Dios.
Y
mientras habla, detrás de él se va proyectando fotos suyas en La Poza, la
verruga de Manta, donde la droga zumba, allí Pedro posa junto a barcos
abandonados y dañados. En otras fotos se lo ve junto a compañeros de rehabilitación,
tipos de caras duras y rostros adoloridos. Junto al “Marino loco” personaje de
uno de sus relatos. A lado de sus patas de chupe: Lovato, Camacho, Freddy. En
las más frescas aparece junto a una foto de Poe, su maestro.
En un
acto de solidaridad con el presentador, que ha venido repitiendo en toda la
noche que se trata de un libro de poemas y no de relatos, Pedro lee poesía:
Les cuento:
el Negro Víctor
enterró con sus propias manos
(él mismo hizo
los ataúdes de madera)
a sus cinco
niños, tres varoncitos y dos mujercitas.
Sus hijos.
Mis hermanos.
***
Paul Newman fue
un actor duro.
El Negro Víctor,
mi padre, no fue actor,
fue un duro.
Real.
Bueno.
(de Lucky el
indomable)
Carlos
Valencia, Patricio Lovato, Pedro Gil y Rut Román.
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Una decisión difícil
Fin de
la fiesta seria. Fin de escuchar lo que dicen del libro. Fin de ir hasta un
escenario y hablar, conmover, dejar algo de ese karma oscuro flotando en el
espacio.
Se ha
invitado a los asistentes a un brindis, y es el inicio para que las palabras se
vuelvan el tumulto de la noche. Para que El
príncipe de los canallas sea el conjunto de las palabras más pronunciadas.
Después
del vino, bocaditos, felicitaciones, libros firmados y muchas palabras
desgastadas, Pedro va estrechando manos y dando besos en las mejillas a quienes
asistieron a apoyarlo, porque precisamente para cada presentación de libros, la
asistencia es un acto de acolite que se respeta, donde se demuestra que se está
con el autor y con su obra.
Aunque
Pedro, detrás de la sonrisa, solo piensa en una cosa verdaderamente importante para
esta noche ¿En qué bar festejar: Telmo o El Tigre? Una decisión difícil.
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