miércoles, 11 de junio de 2014

Un príncipe que invoca a la muerte

Pedro en La Poza junto a un barco abandonado. Foto de María Isabel Silva.

me gustaría matarme y no lo hago. por amor.
duerman tranquilos. mi amor no termina. en la muerte nada hay
de nuevo
nada que hacer
mi presencia tiene presencia eterna.
Pedro Gil, Me gustaría matarme por amor

El presentador está convencido que Pedro Gil únicamente escribe poesía, que su obra literaria publicada se ha basado exclusivamente en poemas. Nadie es capaz de levantarse de su asiento y soplarle, tras el escenario, que se ubique y rectifique: El príncipe de los canallas (Mar Abierto, 2014) es un libro de relatos, con nueve historias.
¿Pero qué sabe un presentador de libros?, ¿Por qué culparlo de algo que evidentemente ignora?, quizás por eso no hay mayor drama de parte del autor, quien observa todo con la concentración de un criminal a punto de atacar: sentado, paciente, y oculto bajo sombras.

La norma que se apodera
Viernes treinta de mayo, seis y media de la tarde, sala de conciertos Horacio Hidrovo Peñaherrera en los predios de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, en Manta. El público no llega ni a cien personas, pero eso no es lo importante, están los que han querido estar y no a los que se les ha obligado, como sucede por estos lares.
Pedro ha entrado minutos antes en precipitada carrera, saludado fugazmente a quienes lo conocen y se han cruzado en su camino, va abrazado a un cartón con sus libros, libros que después obsequiará.
El evento empieza y se desarrolla con normalidad, una normalidad institucionalizada que incluye música (la apertura de un saxofonista coincidentemente apellidado como Pedro), danza (Prema, danzando al son de una “Manta hermosa” mientras detrás de ellos se va proyectando la cara B de la ciudad) y canto (con una integrante del grupo de artes escénicas Palosanto y un lagartero haciendo de las suyas en el escenario).  Una institucionalización a la que el autor no ha podido escapar. 

Pedro leyendo uno de sus poemas. 

Pedro Gil desde dos miradas
Crónico es una grieta oscura en la fachada de la realidad, desde donde Pedro Gil lanza sus naipes sobre la mesa del lector para ver cuánta verdad puede soportar” lee Rut Román, refiriéndose no a El príncipe de los canallas sino a Crónico, poemario publicado en el 2012 y que se reedita junto al libro presentado.
 “Historias desmembradas de nuestra realidad sórdida; invectiva no exenta de humor corrosivo para condenar todo lo que tenemos por sagrado; rastreo crudo y feroz en las vísceras ocultas de la condición humana –aquellas que rehuimos por arrogancia o santurronerías-, fluyen por las páginas de El príncipe de los canallas…” lee María Isabel Silva, pareja de Pedro, en análisis escrito por Marco Antonio Rodríguez, quien no ha podido asistir.
Dos miradas a la obra de Pedro, la poética y la narrativa, dos miradas que van convenciendo al público de que el autor mantense no es un improvisado y que su trabajo literario se ha ido forjando a partir de la experiencia y sobre todo la inventiva, porque finalmente Pedro es un fabulador y entrar a su obra intentando verlo a él en cuerpo entero es una pérdida de tiempo: construye personajes que viven realidades cercanas y también anheladas. 

Pedro Gil quiere morir
Decir editorial Mar Abierto es decir Ubaldo Gil (+), decir libros de Pedro Gil es decir editorial Mar Abierto/Ubaldo Gil, dos nombres que Pedro ha retomado solo para recordarle al auditorio cuánto le agradece al hermano ausente, cuánto hizo este por él, cuánta paciencia invirtió para que su obra poética y narrativa recorriera el Ecuador, cruzara la frontera, empezara a verse en las perchas de las librerías más concurridas y fuera de a poco arribando a lectores que vieron más allá de la leyenda “maldita”.
 Pero Pedro está triste, se siente desamparado sin Ubaldo, y suelta su conmoción nocturna: quiere morir.
-Quiero estar con él lo más rápido posible, pero no es mi voluntad, sino la voluntad de Dios.
Y mientras habla, detrás de él se va proyectando fotos suyas en La Poza, la verruga de Manta, donde la droga zumba, allí Pedro posa junto a barcos abandonados y dañados. En otras fotos se lo ve junto a compañeros de rehabilitación, tipos de caras duras y rostros adoloridos. Junto al “Marino loco” personaje de uno de sus relatos. A lado de sus patas de chupe: Lovato, Camacho, Freddy. En las más frescas aparece junto a una foto de Poe, su maestro.    
En un acto de solidaridad con el presentador, que ha venido repitiendo en toda la noche que se trata de un libro de poemas y no de relatos, Pedro lee poesía:

Les cuento:
el Negro Víctor enterró con sus propias manos
(él mismo hizo los ataúdes de madera)
a sus cinco niños, tres varoncitos y dos mujercitas.
Sus hijos.
Mis hermanos.
***

Paul Newman fue un actor duro.
El Negro Víctor, mi padre,  no fue actor,
fue un duro.
Real.
Bueno.
(de Lucky el indomable)
  

Carlos Valencia, Patricio Lovato, Pedro Gil y Rut Román. 


Una decisión difícil
Fin de la fiesta seria. Fin de escuchar lo que dicen del libro. Fin de ir hasta un escenario y hablar, conmover, dejar algo de ese karma oscuro flotando en el espacio.
Se ha invitado a los asistentes a un brindis, y es el inicio para que las palabras se vuelvan el tumulto de la noche. Para que El príncipe de los canallas sea el conjunto de las palabras más pronunciadas.
Después del vino, bocaditos, felicitaciones, libros firmados y muchas palabras desgastadas, Pedro va estrechando manos y dando besos en las mejillas a quienes asistieron a apoyarlo, porque precisamente para cada presentación de libros, la asistencia es un acto de acolite que se respeta, donde se demuestra que se está con el autor y con su obra. 
Aunque Pedro, detrás de la sonrisa, solo piensa en una cosa verdaderamente importante para esta noche ¿En qué bar festejar: Telmo o El Tigre? Una decisión difícil. 

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