martes, 20 de agosto de 2024

La calle es un escenario de pérdida


 

¿Qué encanto tienen los perdedores que sus historias cargadas de fracasos y caos siempre atrapan al lector? ¿Será que el lector encuentra en esta clase de historias una proyección de su pasado o presente? ¿El perdedor es el verdadero antihéroe de toda tragedia?

Mooch (2011, Sajalín) de Dan Fante (imposible no mencionar: hijo de John Fante) es una historia en la mejor escuela del realismo sucio: la calle como escenario de pérdida y sobrevivencia, de escape a la realidad; drogas, alcohol, sexo y una reivindicación que parece imposible en sus personajes.

Esta novela, al puro estilo Buwoskiano, que es decir al puro estilo Fante (padre), cuenta la historia de un alcohólico que ha tocado fondo, que ha vuelto a levantarse y recaer, que asiste a reuniones de NA, que tiene un padrino que vela para que no vuelva a tropezar. Un tipo que anhela se convirtió en escritora (tal vez no como su padre, pero algo cercano) y que va retratando su vida desde la ficción más enloquecedora.



Una historia donde el amor trastorna, donde el influjo femenino resulta en la perdición del adicto, que va al abismo por ella, que se deja arrastrar porque ha dejado que el sentimiento lo domine.

Este antihéroe no es un modelo para seguir, sin embargo, en medio de la desazón de su recorrido, al final hay esperanza, es decir, un autorreconocimiento que está bien hacerse el tonto, pero no para siempre, que nunca es tarde para despertar de cualquier embrujo, y que la fuga líquida puede asquear y mantenerse a raya.


sábado, 17 de agosto de 2024

Vivir lejos de un teléfono es posible


 

A estas alturas reconocer que la adicción a un teléfono celular es algo real, es un lugar común, sin embargo, el que un individuo reconozca la adicción es un tema del que se continúa hablando-analizando e intentado dar solución, algo difícil en un mundo donde la existencia se determina en la conectividad, en la presencia virtual desde alguna o todas las redes sociales; mostrar, demostrar, existir…porque estar apagado, fuera de línea, es la muerte.

De eso va No puedo vivir sin ti (2024, Santiago Requejo) la más reciente y tragicómica historia de Carlos (protagonizada por Adrián Suar) un hombre adicto al teléfono que ha descuidado a su familia. Nada rara la historia del protagonista: el típico individuo promedio que vive 24/7 pegado a un teléfono, que justifica la importancia del trabajo y la conectividad, que se distrae, que se siente vivo junto a su móvil y que el hecho de no estar en línea significa desaparecer.

Esta dependencia la vemos a nuestro alrededor, solo es cuestión de apartar la mirada de la pantalla (donde se está leyendo esto) y ver alrededor: hombres sonriendo, mujeres suspirando, niños que no pestañean, adolescentes sudando frente a todo el contenido que ha sido creado a su medida, un distractor capaz de invisibilizar a sus amistades, familiares y hasta amores; una trampa de la que pocos reconocen estar atrapados y solo algunos deciden salir.


¿Hay vida lejos de un teléfono? Si, pero pocos han decidido, ya que, en un mundo determinado por la masa, por lo que hace el conjunto, por la imitación, porque no hacerlo es desencajar y desencajar es sinónimo de exclusión, es mejor ser parte del rebaño.

Vivir lejos de un teléfono es posible. Vivir sin grabar cada una de las actividades del día a día (para demostrar la existencia) es posible. Desconectarse sin creer que el mundo se acaba, es posible. No puedo vivir sin ti es una crítica (aunque contradictoria viniendo de una plataforma streaming de la que pocos escapan de sus tentáculos distractores) al fenómeno de la conectividad, del uso excesivo y adictivo a un dispositivo móvil, de como el mundo virtual termina excluyendo al mundo real y a los que importan en torno a cada individuo.