domingo, 20 de marzo de 2022

Escritores, abombando por todos lados

Ser escritor y vivir de lo que se escribe es un sueño frustrante. Un sueño que no es para todos. Pensar, escribir, corregir y publicar, pasos sencillos que casi nunca se respetan y alcanza. Toda una legión de soñadores que intentan llegar a ese ritmo de vida, sin embargo, pocos lo logran. Y en medio de esa comunidad de creadores solo sobreviven los persistentes, aunque este recurso masoquista sea más desgastante que la sobrevivencia misma.

Este ascenso tiene caídas espectaculares: rechazos de editores que detestan a los autores débiles en su literatura, esos enclenques que abusan de las historias increíbles y amorfas; los escritores perfectos que están convencidos de que cada una de las páginas pensadas y redactadas son pequeñas obras maestras que no deberían rechazarse; los ridículos que de la nimiedad se ufanan como si se tratara del mayor de los logros. Escritores, abombando por todos lados.


 

Y en medio de todo esto Sueños de Bunker Hill (1982) de John Fante, una novela donde Bandini, el escritor, hace de todo para sobrevivir y llega a codearse en el mundo del cine, donde no solo intenta escribir guiones, sino que se burla de todo cuanto ve: ese espectacular, por ratos increíble y ridículo panorama de lo banal y vacío, un mundo pensado para consumidores pocos exigentes de productos de calidad.

Una novela para reconocer la resistencia del escritor, sin importar el fracaso, los periodos de inactividad, la vida bofeteándolo y con ello legándole una experiencia que tarde o temprano utilizará como material de ficción.  

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