Imagen alusiva al afiche de la feria. |
A Edison Navarro y
Darío Jiménez, por la amistad.
Feria del libro de Imbabura, desarrollada el 18 y 19
de mayo en el parque Pedro Moncayo de la ciudad de Ibarra.
Ibarra, en su
silencio
Abandonar la ciudad, dejar de sentir el calor de los
cuerpos amados, emprender hacia kilómetros de aventura, siempre ha sido difícil
al principio. La noche del jueves 17 de mayo fui parte de un nuevo rito, de
acudir al llamado que la hermandad literaria hacía desde una ciudad
desconocida.
Ibarra, desde su aparente apacibilidad, me enganchó al
día siguiente, en su arquitectura, en su silencio constante, en su aura de urbe
íntima donde no pasa nada.
Una ciudad para recorrer a pie, para contemplar los
cientos de rostros que el camino iba ofreciendo en cada paso. Una ciudad para
tararear todas las canciones interiores que uno lleva en cada viaje.
Junto a Juan Romero dialogando en torno a La ruina del vientre sacudido, que se presentó la tarde del sábado 19. |
Libros, editores y
público
Allí estaba, siendo parte de la primera Feria del Libro
de Imbabura, una arriesgada propuesta (como toda descabellada idea de gestión
cultural en el país) que reunía a editoriales independientes, universitarias,
editores y escritores de varias ciudades de Ecuador (salvo Mattías Tello que
visitaba desde Chile).
Una comunidad de trashumantes que exhibía y
comercializaba sus únicos tesoros: libros. Montones de títulos cada vez más
atrayentes desde cada una de sus disímiles propuestas editoriales.
Fue grato encontrarme con editores amigos, con sus catálogos,
con las actividades que cada uno resalta desde su experiencia.
Walter Jimbo leyendo parte de su poesía en el cierre la feria. |
Una feria de
riesgo
Cada apuesta cultural es un riesgo, pero uno que se
asume con la convicción de continuarlo hasta las últimas consecuencias. Eso testimonié
en Jairo Mena y todos quienes estuvieron detrás de esta travesía donde
escritores, editores y lectores confluyeron en un espacio céntrico de la
ciudad; donde el libro como gran protagonista fue recibido con honores por el público
local.
Y aunque el clima haya hecho malas jugadas por
momentos, la feria salió a flote. Podría decir que para su primera edición fue
exitosa en la medida de lo que se espera de una primera edición.
Mena y los suyos no solo le ofrecieron a su ciudad la
oportunidad de acercarse a la producción de editores independientes y
universitarios, sino también música en vivo y teatro. Lecturas poéticas y
narrativas, presentaciones de libros y talleres.
Junto a Darío Jiménez y Juan Romero, con quienes los temas literarios nunca faltan. |
El vecino que
siempre quise
Pero más allá de las actividades de la agenda de la
feria, me quedo con la parte clave de todo encuentro: las personas. Jairo y la
calidez que logró para cada uno de los invitados. La vieja guardia de metaleros
ibarreños con quienes se compartió miles de palabras. Los amigos que ya forman
una comunidad siempre reconocible en cada feria de libros y que con los años
cada reencuentro va logrando mejores momentos.
Destaco la presencia de dos personas que hicieron del
viaje a Ibarra un recorrido fructífero: Edison Navarro (desde su cercano Cotacachi)
y el reencuentro con la amistad desde hace ya varios años. Y, Darío Jiménez
(desde su lejano Loja). Dos voces con quienes se departió de la única forma que
se puede hacer: mediante el diálogo, mediante la conversación franca y
extendida que otorga la amistad. Ellos son los vecinos que siempre quise tener.
FLI
Solo me queda agradecer a todos los lectores que se
dieron cita hasta el parque Pedro Moncayo. A los organizadores y su aguante
para los invitados siempre intensos en sus acciones. A todos los que se fueron
integrando los dos días de feria: autores, gestores y músicos.
Y que en el 2019 siga la fiesta desde Ibarra.
Las fotos han sido tomadas de la cuenta de Facebook de
Kimrey Anna Batts.
No hay comentarios:
Publicar un comentario