¿Cuánta vigencia
tiene actualmente el fanzine?, ¿En verdad continúa siendo ese espacio de ultimátum
y recurrente para los artistas incomprendidos?, ¿Cómo se logra llegar más allá
de un escaso tiraje y una distribución al margen? Todas estas preguntas me las
he vuelto a formular tras leer LA MATEMANGO, proyecto fanzinero del que
participan Gonzalo Rincón, Seng Von, Joti Vásquez, Santos Feijó y Giarcovich. Algunos
de ellos escritores a los cuales he seguido la pista, los otros dibujantes cuyo
estilo empiezo a reconocer.
Chocante,
salvaje, localista (Guayaquil como escenario constante) con un humor negro corrosivo,
intelectualoide y sobre todo aferrado a la cultura popular desde ídolos ochenteros
casi olvidados (si les dice algo María Conchita Alonso y Silvana, están en
onda). Así se mueve La Matemango en este ¿primer número? atemporal y rebelde,
con una estentórea R (desde su portada) advirtiendo a cualquier incauto que de con ella y se atreva
a escandalizarse entre sus páginas.
Sexista,
machista, pornográfica, tosca, irónica, cualquier calificativo que esté
relacionado con el escándalo puede encajarle. Porque la propuesta de este medio
es la de reconocer a esos personajes cotidianos que viven en los amigos,
vecinos y desconocidos. Explotar sus perlas:
“¿y si le
propongo a mi vecina que baile perreo conmigo? así se la pongo y le evito el
sentimiento de culpa…”
“Un hombre jamás
podrá sentir el placer de una doble penetración.”
“Pero una mujer
nunca sabrá lo que es dar y recibir a la vez…”
La Matemango aún
anda circulando entre pequeños grupos que hacen cortinas de humo con su mango,
y así es mejor, ser aquel trozo de creación-daga-metralla al que los lectores
se irán sumando como virus. Yo ya estoy infectado.
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