lunes, 7 de diciembre de 2009

Fotograma, la revista que esperábamos

Portada de la revista

Para quienes aprendimos a valorar una película más allá del gusto, buscar y rebuscar títulos, comentarlos entre amigos, recomendarlos para los que al igual que nosotros en el pasado andaban desorientados, le debemos mucho a los espacios de análisis y crítica cinematográfica con los que nos hemos encontrado. Pero para desdicha de cientos de cinéfilos son pocos estos espacios que se mantienen actualmente en el país (a diferencia de los virtuales que cada vez aumentan).

Porque ver cine, para miles de espectadores, significa conocer una historia, saber el género y esperar un final sensato que les haga saber con convicción cuanto gustó o disgustó la película. Casi nadie espera complicarse la vida analizando un diálogo, intentando descifrar los símbolos implícitos (que suelen pasar desapercibidos para este mismo público), respondiendo las interrogantes que los finales menos complacientes suelen presentar.

Y es en este panorama de contados espacios de análisis y crítica cinematográfica en nuestro país (a penas el suplemento cultural de La Hora; la columna Montaje de El Diario; el periódico del Ocho y medio; algunas páginas y blogs especializadas en cine) que surge Fotograma, la primera revista de cine de Manabí y tal vez una de las primeras de crítica joven actual en Ecuador.



El editor

Un medio refrescante que aparece justo en el momento cuando creíamos, todos los que nos complicamos la vida explorando una película más allá de lo que muestra, que los espacios para escribir y leer sobre cine continuarían apareciendo desde el centralismo cultural. Que bueno saber que estábamos equivocados.

Fotograma en este primer número ofrece una heterogénea acumulación de trabajos que van desde críticas, comentarios, entrevistas, crónicas, hasta sinopsis de films recomendados. Para ser el primer número (los que siempre suelen tener sus múltiples contras) se sostiene bien, tanto en diseño como en contenidos. Hay un equilibrio preciso entre el cine local, nacional e internacional que nos da una idea concreta: la revista tendrá éxito, por lo menos en los interesados en este campo.

Esperemos que la maldición “gitana” (aunque también podría ser de cualquier clase) no atrape a este naciente medio y lo haga sucumbir -tal y como la historia lo registra en nuestro país- en el segundo o tercer número; o que su joven editor tire la toalla porque la revista aparece en un contexto (Manabí) donde el cine es un mero entretenimiento, una excusa para estar con la pelada, pasar el tiempo e ignorar el mundo. Y en estas condiciones dirigir y editar una revista (y sobre todo esperar que tenga acogida) se vuelve todo un reto que obliga afrontar con convicción.

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