Entre
2020 y 2021 me dediqué a escribir lo que sería Demonios Quisquillosos (CCE, 2022), una colección
de historias cortas que tenía a la música extrema como enlace. Un conjunto de
situaciones donde los personajes intentan sobrevivir a ellos mismos y sus
decisiones, casi siempre erradas.
Hace
poco un lector me comentaba de su experiencia junto a esta obra y como el
cuento titulado Secreto le recordaba en el inicio una historia que de niño
también vio en un canal nacional. Pero él, fue más allá, buscó, halló y
compartió la fuente noventera, una película de terror que a muchos impactó.
Lo
curioso de todo esto es que tras casi treinta años de ver esta historia (hago
cuentas de que quizás fue en el 93 o 94) mi recuerdo varió, es decir, al volver
a la ficción audiovisual reconozco que algunos detalles cambiaron, que no era
un dibujo el que delataba al protagonista y que una garra no acababa con su
vida.
¿Qué
me pasó? ¿Qué le pasó al recuerdo de la historia? No me lo explico, pero algo
permaneció: la esencia de la historia, donde un hombre debe lidiar con un
secreto que lo carcome, eso que guarda y que cada día pugna en llegar a una
superficie que es su esposa y con ello la muerte.
La
obra, no está demás decirlo, le pertenece a Stephen King (en ese tiempo aún no conocía
su obra literaria). Una historia de terror escrita en sus mejores y más
salvajes años.
Si en algún momento llegan al libro y al cuento mencionado, sabrán a que me refiero. Entenderán como los recuerdos, con los años, empiezan a desfigurarse de a poco, cambiando la forma, aunque manteniendo la esencia, tal vez, lo único importante.